sábado, 22 de agosto de 2020

Qué tiene que ver la memoria implícita con el covid19 y otras enfermedades de las personas y del planeta

Sólo cuando aprendemos a hablar tenemos palabras que nos permiten tener memorias que podemos hacer explícitas. Pero antes de que esto sea posible tenemos un montón de experiencias que se organizan en lo que se llama memoria implícita que queda registrada en nuestro cuerpo. Constituye la tonalidad emocional de trasfondo de nuestra vida donde tienen sus raíces las creencias que tenemos respecto a cómo somos, cómo es el mundo y qué podemos conseguir en la vida.

Cuando llegamos al mundo, nos sintonizamos con nuestro entorno, que a menudo está dominado por experiencias no resueltas de nuestros padres y abuelos que dominan el ambiente en casa. Una exploración a fondo revela que a menudo se trata de experiencias colectivas que dominan también el ambiente en nuestro país y -mirando con una perspectiva ancha- se observa que incluso dominan el ambiente en el mundo entero. La explotación desmedida de la naturaleza, la injusticia social, la violencia a pequeña y gran escala y la falta generalizada de cohesión social y de reconocimiento de la interconexión de todas las formas de vida son síntomas. Actualmente, la sensación de impotencia generalizada ante los peligros del covid19 y las medidas decretadas para hacerle frente, parece activar los registros en la memoria implícita en el cuerpo de todos.

Las sensaciones relacionadas con experiencias que heredamos de nuestros padres y abuelos son demasiado grandes para poder metabolizarlas nosotros cuando somos pequeños. Se quedan inscritas en los tejidos del cuerpo por debajo del umbral de la conciencia. Desde allí emiten vibraciones que determinan una gran parte de nuestra experiencia y de nuestras actuaciones, sin que nos demos cuenta. A lo largo de nuestra vida nos llevan a hacer todo tipo de esfuerzos para mantener fuera de la experiencia consciente y para irnos sobreponiendo a ellos. No obstante, por más que nos esforzamos, por más a fondo que consigamos hacerlo, no desaparecen. Cuando las sentimos, nos parecen expresión de algo personal nuestra. No se nos ocurre que pueden ser manifestación de una situación colectiva que pide una resolución.  

Aprender a reconocer los patrones que tienen sus raíces en la memoria implícita es la esencia del trabajo de DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos para poder distinguir lo que pertenece al pasado de lo que es experiencia del momento presente y para poder continuar las etapas del desarrollo que se quedaron truncadas debido a las experiencias traumáticas no reconocidas y no resueltas propias y de las generaciones anteriores.

La comprensión -cognitiva y sensorial- de las formas cómo la experiencia se organiza en el cuerpo da lugar a un estado de conciencia dual que permite observar el flujo de las sensaciones que transcurren en el cuerpo. Si conseguimos aflojar la tensión que mantiene por debajo del umbral de la conciencia las sensaciones que de pequeños no podíamos tolerar, o si nuestras defensas bajan por alguna razón u otra, estas sensaciones afloran. Entonces podemos observarlas, discernirlas e identificarlas. Esta observación es posible porque las partes adultas, con su conciencia desarrollada, pueden poner en perspectiva el flujo de sensaciones sin caer en ella. Así podemos evaluar si lo que sentimos realmente pertenece a la situación actual o si podría ser un reflejo del pasado. Sensaciones que eran intolerables, se pueden llegar a tolerar cuando se sabe que reflejan un registro del pasado que -al menos en un porcentaje considerablemente elevado- es responsable de la intensidad con la que las sentimos. Aunque la situación presente se parece en algunos -o muchos- aspectos, al reconocer los contextos donde las sensaciones tuvieron su origen, llega a ser posible entender su intensidad y - con suerte- lo que intentan comunicar para poder ocuparnos de forma eficaz de procurarnos lo que necesitamos para restablecer el equilibrio interno. 

Si estas sensaciones nos inundan, sin entender qué nos está pasando, es fácil que nos arrastren a reacciones de rechazo intensos, que incluso pueden desencadenar reacciones de pánico y, a corto plazo, producir dificultades para respirar ... con las manifestaciones biofísicas y bioquímicas correspondientes, o a reacciones histéricas que amplifican la intensidad aún más en un círculo vicioso sin salida. A medio y largo plazo generan condiciones que causan enfermedades. La activación de los registros en la memoria implícita de experiencias traumáticas propias en la primera infancia o heredadas de los padres y abuelos puede ser un factor que contribuye a desencadenar las reacciones excesivas del sistema inmunitario en las personas que sufren las manifestaciones más duras de la infección con covid19.

Con la comprensión cognitiva y sensorial de que estas sensaciones tienen su origen en la memoria implícita es posible observarlas sin dejarse llevar por ellas y ganar un margen de libertad suficiente como para ocuparnos de permitir los movimientos de la respiración. Así ni los pulmones ni el sistema nervioso sufren grandes alteraciones. Nos permite mantener la calma de manera que el sistema inmunitario puede desarrollar una respuesta eficaz frente a la enfermedad sin caer en reacciones excesivas ni deprimirse sino que puede proteger nuestra salud.

El estado de indefensión ante procesos que nos sobrepasaban en muchos casos es similar a aquello con lo que nos sintonizamos de niño, a lo que heredamos de nuestros padres y abuelos. Reconocer las sensaciones en el contexto donde tuvieron su origen nos puede ayudar a bajar unas barreras que creamos en la primera infancia para protegernos contra la intensidad de las sensaciones que nuestros padres y abuelos procuraban apartar de su conciencia, pero que la sensibilidad de la niña pequeña -o del niño pequeño- detectaba sin filtros, transcurriendo en el propio cuerpo.

A menudo, lo que hicimos en nuestro cuerpo para protegernos contra todo aquello nos impidió recibir el amor de nuestros padres como habríamos necesitado. Nos fragmentó y aisló partes de nosotros que se quedaron encerradas en nuestro interior, separadas del mundo, sin poder participar en el desarrollo del resto de nuestra persona. A pesar de estar apartadas de nuestra conciencia, desde el trasfondo influyen en la tonalidad emocional de nuestra vida e irrumpen con plena fuerza cuando nuestras defensas bajan. De muchas maneras determinan nuestras formas de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo en general. Determinan nuestras formas de movernos a la vida. El proceso de reconocer estas barreras y de ocuparnos de bajarlas para permitir un contacto sensorial profundo con nuestro entorno puede durar años. Tiene muchas facetas. Pero embarcarnos en él y comprometernos con el ser vivo que somos a recuperar la conexión perdida y rescatar las partes que el patrón de tensión habitual mantiene cautivo se puede hacer en un momento.

En primer lugar se trata de tomar conciencia de cómo nos situamos en relación a nuestra vida interior y en nuestro entorno. Es importante no intentar abordar toda la problemática entera para resolverla de una vez por todas sino, momento a momento, enfocar la atención en sentir el apoyo del suelo bajo nuestros pies, la silla donde nos sentamos, la cama donde yacemos y darnos tiempo para los movimientos respiratorios, uno a uno. Sobre todo en días duros, que puede haber durante este proceso, días cuando parece que no tenemos fuerzas para hacer frente a todo eso y que todo aquello nos supera, entonces más que nunca, es importante darnos cuenta de lo que es real ahora, en el momento presente, lo más inmediato, el suelo bajo los pies y los movimientos respiratorios, y orientarnos en relación con la fuerza gravitatoria para poder recibir con todo el cuerpo el apoyo del suelo (de la Tierra) y poder dejar fluir los movimientos respiratorios con la máxima libertad. Así, aunque las mismas historias de siempre vayan dando vueltas en la cabeza con las mismas sensaciones de siempre, vamos desarrollando una parte de nuestra conciencia que hace las funciones de observador. Nos ayuda a darnos cuenta de que son las mismas historias de siempre con las mismas sensaciones, que brotan de la memoria implícita instalada en nuestro cuerpo y que no son ninguna realidad absoluta. Quizás las sensaciones reflejan algo que fue realidad en un momento dado de nuestra vida en unas circunstancias concretas, pero ni siquiera eso es absolutamente seguro.

Lo que sí es cierto al cien por cien es que nuestras facultades eran muy limitadas en el momento cuando aquello se quedó registrado en la memoria implícita y nos organizamos alrededor de unas experiencias cuyos significados entonces no podíamos entender. Ahora tenemos herramientas y recursos que entonces ni siquiera podíamos imaginar. Ahora tenemos la capacidad de dejar aquellas historias a un lado, cuando se presentan. Podemos decir a las partes que se aferran a ellas que en otro momento evaluaremos si lo que nos quieren hacer creer realmente es así o no y, si fue así en el pasado, si aun lo es. Lo que es ahora, queremos poner nuestra atención en el apoyo que está disponible ahora; con la espiración queremos orientarnos hacia el espacio más hondo de lo que somos como ser vivo y dejar que allí se inicie el movimiento de la inspiración para abastecernos con aire, el alimento que está a nuestro alcance ahora y aquí, con el suelo que nos sotiene, nuestra base de apoyo en el mundo natural. Queremos cultivar esta experiencia sentida de la conexión con la naturaleza. Somos una parte de ella, pertenecemos. Podemos pedir a las partes que nos quieren mantener anclados en las mismas dinámicas de siempre que, por favor, aflojen un poco y nos ayuden a enfocar nuestra atención en el suelo y los movimientos de la respiración porque así es mucho más factible cuidarnos para proteger nuestra salud y la de los demás.

Quizás, nos damos cuenta de que nos habíamos identificado con experiencias que en realidad eran de nuestros padres o abuelos en la guerra o la dictadura que determinó sus vidas. Cuando podemos dejar con ellos lo que es suyo, encontramos una orientación nueva en relación con ellos y con el resto del mundo. Podemos ser hijos y nietos, agradecidos por poder aprender de la experiencia de los que han venido antes de nosotros y por tener las oportunidades que la vida nos ofrece ahora. Y podemos aprender a ser la persona adulta que sabe procurar a las partes infantiles lo que aun necesitan para acabar de desarrollarse.

Los registros en la memoria implícita pertenecen a experiencias de la primera infancia. El niño depende totalmente de que la madre entiende lo que le pasa. El sistema nervioso de los dos está enredado y, de hecho, este enredamiento perdura toda la vida. Nos interconecta con todas las formas de vida en todas partes. Cuando nuestro sistema nervioso madura y se crean las estructuras necesarias para desarrollar la conciencia de ser un individuo, un "yo", las funciones receptivas que vehiculan la percepción sensorial de los procesos internos y de la relación con el exterior, pasan a segundo plano. Pero a todas horas, de forma ininterrumpida, un montón de información viaja a través de estas redes de interconexión entre el individuo y su entorno próximo y lejano. Determina un amplio abanico de nuestros comportamientos. Aunque nos creemos que algo pertenece a nuestra experiencia personal e íntima, a menudo se trate de procesos colectivos y universales.

Ejercitar nuestra percepción sensorial, nos permite discernir las sensaciones que fluyen por la red y ser la persona adulta que ayuda al niño a desarrollar los aspectos que se quedaron encalladas en el pasado. Así ejercitamos nuestra capacidad de respuesta y podemos liberarnos de la reactividad propia de los patrones de conducta inconscientes. Es una tarea imprescindible para todos los que sentimos el sufrimiento de la Tierra y queremos curar el trauma colectivo que la sacude y nos sacude a todos los que vivimos en ella. Es una tarea importante para el trabajo personal de cada uno y para la confluencia del trabajo de todos. En nuestro cuerpo la red se extiende desde las grandes estructuras superficiales hasta el interior de los núcleos de las células en forma de la organización cristalina líquida del agua de hidratación de todos los tejidos. Nos convierte en antenas, receptoras y emisoras.

He aquí una pequeña herramienta que puedes escuchar para ayudarte a activarla:

 Percepción sensorial sentado en silla con los pies en el suelo

www.dfa-europa.com

© Brigitte Hansmann
Practicante de DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos, autora de los libros Con los pies en el suelo y Respirar con árboles, y de numerosos artículos publicados en revistas y blogs, analista de patrones arquetípicos, traductora y estudiante y profesora del Dharma

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