martes, 11 de agosto de 2020

Contacto íntimo

Cualquier momento es precioso cuando lo compartimos íntimamente con otra persona. El mundo interno de una persona se encuentra con él de otra, vibran juntos y el momento centellea. Es así cuando estamos enamorados, y puede serlo en todo momento, enamorados o no, incluso cuando estamos a solas. Hasta el momento más difícil es enriquecedor cuando tienes contacto íntimo contigo, y sólo la mitad de difícil si puedes compartir honestamente lo que sientes con otro. 

¿Conoces la sensación de estar con otras personas, incluso amigos o familiares cercanos, pero sientes una distancia que te separa de ellos? No encuentras la manera de acercarte; por más que hagas o digas, no llegas. Sientes algo adentro, pero no te atreves a decirlo o, tal vez, ni sabes qué es lo que sientes. Sólo hay una vaga sensación de que la vida transcurre allí fuera y te cuesta un esfuerzo tremendo participar, o ni siquiera lo logras. Algunas personas sienten angustia, opresión o depresión… No queremos tener esta clase de sensaciones porque hemos aprendido a atribuirles un significado absoluto, cuando lo único que hacen es advertirnos de algo que requiere nuestra atención. Si tenemos contacto íntimo con nuestro interior, donde tienen lugar estas sensaciones, podemos saber qué necesitaríamos para sentirnos mejor. Pero al apartarlas, nos apartamos de la parte de nosotros que sabe cómo podríamos remediar nuestro malestar. Perdemos contacto íntimo con nuestro mundo interior y con los demás. Evitamos intimar, porque la intimidad suscita esas sensaciones que no queremos tener.

Cuando crecimos, para protegernos en situaciones que percibimos como amenazantes, dolorosas o indeseables de algún otro modo, tensamos unos músculos u otros para interrumpir el flujo de las sensaciones producidas por esas situaciones. Con el tiempo la tensión se vuelve habitual y se constituye en un patrón de tensión. La tensión funciona como un filtro de nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos. A través de este filtro percibimos lo que ocurre en el momento presente en función de nuestra experiencia en el pasado. Entonces no estamos realmente en la situación en la que nos encontramos, sino en el reflejo de alguna situación de nuestro pasado.  

Lo que nos atrapa en el pasado puede ser incluso un reflejo de situaciones traumáticas que nuestros padres o nuestros abuelos no lograron metabolizar en el contexto de las guerras y dictaduras en las que vivieron. Por naturaleza, cuando llegamos al mundo, nos sintonizamos con la tonalidad emocional de nuestros progenitores y cuidadores, con lo cual tendemos a adoptar enteros los mecanismos de defensa que les permitieron sobrevivir y también pedazos de imágenes y recuerdos de situaciones traumáticas que apartaron de su experiencia consciente. Sin embargo, carecemos de contexto en la propia experiencia y, ya sea por las propias dinámicas de las reacciones traumáticas o sea por los peligros inherentes al ambiente represivo de guerra y dictadura, debido al silencio que dominaba el ambiente familiar en casa, no tenemos palabras para verbalizar lo que sentimos, ni podemos pensar y reflexionar sobre ello, es decir, no podemos procesar ni metabolizarlo. Así tomamos como personales o pertenecientes al ámbito familiar muchas cosas que en realidad forman parte del entorno colectivo.

En las sesiones de DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos trabajamos con los patrones de tensión directamente en el cuerpo. En las sesiones presenciales usamos una intervención manual que nos permite tomar contacto con los espacios en el interior del cuerpo a los cuales habíamos perdido el acceso y que, como mucho, notamos cuando nos duelen. En las sesiones telemáticas usamos la palabra para dirigir la atención en la exploración de las relaciones entre los espacios interiores y los exteriores, entre el cuerpo y el mundo natural del cual somos  una parte.  Al sensibilizarnos hacia las formas físicas del cuerpo, exploramos también los contenidos emocionales y mentales de estas formas. Hay un diálogo sensorial y verbal que devuelve a la conciencia aquellas partes de la experiencia que no pudimos asimilar cuando éramos niños y que siguen interponiéndose en la experiencia del adulto.

Como practicantes de DFA ayudamos a la persona adulta a encontrar nuevos recursos y a desarrollar comportamientos alternativos, nuevas opciones. Traducimos lo que cuerpo y psique expresan para que la mente adulta pueda comprenderlo. En el proceso llega a ser posible reconocer registros de generaciones anteriores y restablecer los vínculos dañados por los traumas propios y heredados. Con la experiencia del apoyo disponible en el momento presente y de los movimientos de la respiración encontramos formas que nos permiten dejar las cosas del pasado en el pasado y orientarnos en el presente hacia donde queramos dirigirnos.

Cuando la persona adulta tiene el conocimiento sensorial y cognitivo que le permite identificar su patrón de tensión primario, momento a momento, tiene la posibilidad de ir más allá de las limitaciones del patrón y explorar otras opciones, sintiendo su cuerpo apoyado en el campo gravitatorio de nuestro planeta, descansando en los brazos de Madre Tierra. En ese momento puede estar presente, en contacto íntimo consigo misma, con otra persona y con el mundo entero. Entonces ese momento centellea, sea un momento difícil, un momento de dicha o un momento cualquiera.

© Brigitte Hansmann

www.dfa-europa.com

Practicante de DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos, autora de los libros Con los pies en el suelo y Respirar con árboles así como de numerosos artículos publicados en revistas y blogs, analista de patrones arquetípicos, traductora y estudiante y profesora del Dharma.

2 comentarios:

  1. Buenas tardes,

    ¿Cómo podría hacer para tener una sesión telemática de DFA? Gracias

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  2. Hola Maite,
    gracias por tu interés en el DFA. Ya he arreglado mi error de no incluir la página web. Puedes contactar conmigo a través del (+34) 606 67 64 36 o brigitte(arroba)ermie.net para concretar los detalles.
    Saludos,
    Brigitte

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