jueves, 14 de julio de 2016

Energía, luz, conciencia



De hecho la energía, la luz y la conciencia forman parte de la esencia de lo que eres como ser vivo. Las compartes con todos los seres vivos, aunque las formas en las que se manifiestan sean distintas en función de la complejidad de cada uno de los seres.

No obstante, aun siendo parte de la propia esencia, para muchas personas estos tesoros quedan escondidos de modo que funcionan con lo imprescindible para sobrevivir sin poder disfrutar de la maravillosa riqueza de la vida.

Una gran parte de la energía queda involucrada en mantener el grado de tensión de los músculos que el sistema considera necesario para sobrevivir. Aunque sientas que la tensión es excesiva, que te causa dolor, desgaste y fatiga, no la puedes soltar. Mantenerla consume energía y para poder hacer cualquier cosa hace falta, además, la misma cantidad de energía para sobrepasarla y algo más para llegar a hacer lo que quieres hacer. ¿Cómo sería poder contar con la energía que está fijada en mantener las estructuras de tu cuerpo en una mala relación con la fuerza gravitatoria de la Tierra, uno de los principales campos de fuerza que rigen la vida? ¿Cómo sería saber colocarte en relación con este campo de modo que te sostenga en vez de mantenerte en conflicto con él?

Tal vez te preguntas por qué empleas tanta energía en acumular tensión que no hace más que limitarte y no sirve para llevar a cabo trabajo. No lo haces tú sólo; es un fenómeno colectivo. De hecho, resulta ser una de las capacidades más primitivas de los seres vivos: la de poder interrumpir el flujo de sensaciones mediante la tensión de los músculos. Ya el primer ser vivo unicelular sabía cómo moverse hacia lo que le resultaba atractivo y apartarse de lo que parecía indeseable, aunque todavía no tenía ni músculos ni sistema nervioso. La tensión se va acumulando cuando la usas para mantener a raya sensaciones que no te gustan, porque en cuanto la sueltas, esas sensaciones vuelven a aflorar. Por eso no la sueltas, se vuelve habitual y, por tanto, inconsciente. Te identificas con la forma en la que te mantienes en relación con el suelo y crees que es así cómo eres. De hecho no es más que la forma en la que te mantienes. ¡Lo que eres es mucho más!

Probablemente no se te ha ocurrido que la relación entre tu cuerpo y el suelo pueda tener algo que ver con lo que pasa en tu vida, ni mucho menos que en esta relación puedes encontrar una solución que te permite liberar energía, arrojar luz sobre lo que haces y cómo vives para encontrar las formas que mejor te sirven.

Una gran cantidad de información viaja a través del cuerpo en forma de luz. La tensión interfiere con el flujo de esa información. Me imagino que la tensión genera una especie de campo de fuerza que organiza la luz siempre en la misma forma, como una pantalla de una tele de plasma que se ha quedado congelada en una imagen. Siguen entrando todos los impulsos de todos los programas emitidos, pero la pantalla sólo muestra esa imagen. Para poder ir más allá de las creencias creadas en los primeros años de vida y transmitidas de generación en generación, hay que reconocerlos como tales, reconocer los patrones de tensión mediante los cuales las mantenemos fijas en el cuerpo y descubrir formas alternativas de estar y moverse. Para ello es necesario aprender a percibir la relación entre el cuerpo y el entorno. Es un requisito sine qua non.

Cuando tenemos conciencia de la relación entre el cuerpo y su entorno, podemos darnos cuenta de cómo la tensión que usamos para organizar nuestra experiencia, de hecho, nos separa del entorno de una forma u otra. En una de las formas más  frecuentes la persona se aplasta con el peso de su propio cuerpo, en otra emplea una gran parte de su energía en apartar su peso del suelo. La primera tiene aspecto de vencida, la segunda de combativa. Aunque a muchos la segunda les parece más atractiva, en la mayoría de los casos, por debajo del umbral de conciencia se encuentra el temor de caer en una forma parecida a la primera si empieza soltar la tensión mediante la cual se mantiene en alto. Aunque la primera parece más inofensiva, con frecuencia, por debajo de la superficie oculta un gran enfado, acompañado de un gran miedo de lo que podría pasar si acabara por dar espacio a lo que mantiene encerrado bajo el peso de su cuerpo.

La conciencia de esas formas en relación al entorno permite metabolizar lo retenido por la tensión que todavía necesita ser digerido, y soltar el resto. Permite sentir la conexión con todo cuanto existe inclusive el vacío. Aunque haya mucho sufrimiento en el mundo, es cuando sentimos la conexión con todo que podemos encontrar formas de paliarlo, empezando por el propio sufrimiento causado por la desconexión. El sufrimiento surge de la separación porque la naturaleza de nuestro ser es inseparablemente conectado con todo. Saberlo está bien, sentirlo es precioso.

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