Los tesoros escondidos en tu cuerpo (parte 3 de 4)
El aire que respiras lo generan seres vivos
La respiración es un movimiento autónomo. Sucede continuamente sin necesidad de intervención consciente. Además de abastecer el organismo con el oxígeno necesario para un buen funcionamiento, los movimientos de la respiración tienen un papel importante para la salud en general y, en particular, para la conciencia de la forma en la que ocupamos el espacio con el cuerpo y nos movemos en la vida.
Para percibir con claridad, nuestros sentidos necesitan contraste y los movimientos de inspiración y espiración se lo proporcionan, cuando suceden con libertad. Sin embargo, los patrones de tensión habitual de muchas personas restringen estos movimientos, a menudo hasta tal punto que la persona vive la vida a medio gas, a la vez que avanzar, por poco que sea, le cuesta un gran esfuerzo porque tiene el freno de mano echado. Mientras la respiración sucede dentro de los márgenes fijados por la tensión habitual, a duras penas cubre los mínimos imprescindibles para sobrevivir y proporciona poco contraste sensorial.
Bajo esas condiciones, sólo la demanda de oxígeno producto de la actividad física da más profundidad a los movimientos respiratorios. De ahí la importancia de hacer ejercicio, caminar y moverse en el día a día. Pero la tensión nos impide movernos con libertad y sentir el cuerpo y su relación con el entorno. Desde dentro de los límites del patrón, parece que sea el mundo, las condiciones externas, lo que impone la limitación. Aunque en estado de reposo la persona se sienta relativamente relajada, el recorrido del movimiento respiratorio queda diminuto, sin ni siquiera alcanzar los límites marcados por la tensión. Un descanso profundo no es posible en esas condiciones. Una vez que se siente la relajación profunda que ocurre cuando los movimientos respiratorios son libres de suceder a su ritmo y las barreras de la tensión habitual van cediendo, se nota que ese estado es todo menos relajado; en realidad es como estar suspendido en una especie de limbo.
Cuando sucede con libertad, el movimiento de inspiración produce una expansión del cuerpo en todas las dimensiones; en la espiración el movimiento es de descanso hacia dentro y hacia el suelo porque los músculos que llevan a cabo el trabajo de inspirar, al espirar, se relajan. Cuando es necesario un mayor aporte de aire, además, otra serie de músculos pueden prolongar la espiración para crear espacio para una inspiración más profunda, cosa que sucede con la actividad física, los esfuerzos, en el deporte y en emergencias. También se puede ejercitar a voluntad. Pero aquí nos interesa sobre todo el movimiento de relajación que se produce al dejar salir todo el aire que sale fácilmente, sin forzar nada. Al final de este movimiento todavía hay una cantidad de aire en el cuerpo que es suficiente para proporcionar el oxígeno necesario para las funciones vitales durante un buen rato. Por tanto es posible, en ese momento, tomarse un pequeño descanso, antes de volver a inspirar.
No se trata de aguantar la respiración, ni de parar su flujo haciendo lo que se llama una apnea. Simplemente siguiendo la dirección natural del movimiento espiratorio, la atención se orienta hacia el interior del cuerpo y hacia el suelo. Así podemos concedernos un momento de descanso en lo más hondo de nuestro cuerpo, lo más hondo del ser vivo que somos, y sobre nuestra base de apoyo en el mundo material, el mundo del cual somos una parte inseparable. Al final del movimiento de relajación propio de la espiración encontramos la clave para una respiración libre.
Cuando sentimos que necesitamos aire, simplemente abrimos y lo dejamos entrar. No hace falta hacer el movimiento inspiratorio. Es cuestión de dejarlo suceder. Y si nos concedemos tiempo para descansar en lo que somos, sucede con mucha generosidad, iniciándose en el lugar más hondo del cuerpo que hayamos logrado alcanzar al descansar hacia dentro en la espiración y expandiéndolo en todas las dimensiones. La expansión suele ser mucho más generosa que en una respiración voluntaria del tipo que se produce cuando nos dicen: "¡toma aire!" Y, desde luego, no tiene ni punto de comparación con el movimiento ínfimo de la respiración dentro de los márgenes fijados por el patrón de tensión habitual. La clave está en seguir el movimiento de relajación propio de la espiración y, al final, cuando ya ha salido todo el aire que sale fácilmente, sin forzar nada, concedernos un momento para poder sentir cómo descansamos en lo más hondo del cuerpo y desde allí en dirección al suelo.
Es posible que en ese lugar profundo encontremos sensaciones que no son precisamente de descanso o que haya tensiones que normalmente ni siquiera sentimos porque los movimientos respiratorios tan reducidos dentro del patrón de tensión habitual nos mantienen por encima de todo eso, suspendidos en aquella especie de limbo, a fin de no sentir eso. A la vez que la tensión mantiene esas sensaciones y los asuntos sobre los que informan en el inconsciente, impide que sigan su curso.
Si no hubiéramos interrumpido el flujo de esas sensaciones, éstas habrían desaparecido, dando lugar a lo siguiente, ya sea simplemente otra sensación, un movimiento reflejo o una acción consciente para atender al asunto sobre el que la sensación informaba. Pero la tensión es como una censura que no permite que determinadas informaciones alcancen la conciencia. Evita que podamos hacer algo al respecto. A la vez retiene esas informaciones debajo del umbral de la conciencia. Desde allí tiñen nuestra percepción de todo: del mundo, de nosotros mismos y de lo que creemos poder alcanzar en la vida. Si aparecen, al concedernos el momento de descanso al final de la espiración, aunque sea sólo con una vaga sensación de inquietud, es cuestión de no dejarse llevar por la inquietud y conservar la calma, porque entendemos que lo más seguro es que esa sensación pertenezca al pasado. Puede que tenga una información que sea valiosa en el momento presente de nuestra vida. Pero es igualmente posible que se trate de nada más que de un asunto, que no supimos resolver cuando éramos pequeños con pocos recursos y poca capacidad de comprensión, y que en la actualidad carece de importancia. Es cuestión de enseñar a la parte atrapada en esas sensaciones retenidas donde está el suelo, la posibilidad de apoyo, y de dejar que la próxima inspiración se inicie en esa parte y que el movimiento inspiratorio la expanda.
En todo caso, siempre será preferible poder afrontar cualquier asunto con la sensación de conexión con el suelo y el espacio, de libertad de movimiento y capacidad de respuesta que se da cuando dejamos que los movimientos respiratorios sucedan con el tiempo suficiente para poder constatar esa relación en el momento clave al final de la espiración.
A través de ese momento, cultivamos la relación entre el ser vivo que somos, más allá del patrón de tensión habitual, y el mundo al cual pertenecemos. En ese momento podemos introducir novedad en el patrón y en la forma en la que nos relacionamos con el entorno, tanto en lo físico como en lo psicosocial. Allí pueden regenerarse las estructuras desgastadas por la tensión, ya sean articulaciones sobrecargadas, un sistema nervioso en las garras del estrés, un estado de ánimo deprimido, una musculatura dolorida, un corazón ansioso o angustiado, una persona traumatizada.
La angustia, la ansiedad, la depresión, la fibromialgia, la artrosis, y un sinfín de enfermedades y dolencias físicas y psíquicas radican en la restricción de los movimientos respiratorios debida al exceso de tensión habitual en la musculatura y los tejidos conjuntivos. Otras, como por ejemplo los trastornos relacionados con traumas, aunque en sí no tengan su origen en la restricción del movimiento respiratorio, ésta constituye uno de los principales síntomas a través de las cuales se manifiestan. Y son precisamente esos movimientos los que pueden abrir una vía hacia una solución.
La regulación de la tonicidad de los músculos y tejidos conjuntivos y de los ritmos respiratorios tiene lugar en las mismas zonas del sistema nervioso. Cuando nos damos tiempo para dejar salir el aire que sale fácilmente, podemos constatar la dirección del movimiento que nos señala la relación entre el espacio del eje central de cuerpo y el suelo. Al dejar que esa parte más hondo de nuestro ser sea sostenida por lo que se encuentra por debajo del cuerpo, en última instancia el suelo, respiración a respiración el tono excesivo de los tejidos miofasciales, los músculos y tejidos conjuntivos, va cediendo hasta alcanzar un buen tono, ni más ni menos que lo propio para una vida satisfactoria.
Pero no es fácil recorrer esa vía a solas. A menudo, antes de darnos cuenta de que están aflorando sensaciones cuyo flujo en algún momento del pasado interrumpimos por resultarnos indeseable, volvemos a la respiración corta que mantiene esas sensaciones en el limbo. Requiere todo un proceso de aprendizaje saber reconocer esas sensaciones retenidas del pasado y nuestras reacciones automáticas a ellas.
La intervención manual del DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos ayuda a soltar las tensiones que interrumpen el flujo de información sensorial en el cuerpo y mantiene los movimientos respiratorios bajo un régimen restrictivo, a la vez que la presencia del practicante de DFA ofrece apoyo tanto en lo físico como en el procesamiento de la información sensorial, emocional y mental que aparece en el transcurso del trabajo.
La finalidad es poder descansar profundamente en lo que uno es como ser vivo, como hombre o mujer del mundo actual y poder ocupar plenamente el espacio que es propio a cada uno. Sólo así podemos vivir en paz, todos juntos, cada uno en el lugar que le corresponde, en eterna interrelación con todo lo demás. Sólo así podremos encontrar vías para resolver el cacao que colectivamente hemos creado y que está llevando el mundo al borde del colapso.
El patrón de tensión habitual seguirá existiendo, por más concienzudo que sea el trabajo interior llevado a cabo, porque nuestro organismo le concede un valor de supervivencia innegable –a fin de cuentas aquí estamos, vivos. Pero al conocerlo, tanto en lo sensorial como en lo cognitivo, podemos ir más allá de los márgenes marcados por el patrón, porque ya no son tan fijos e inamovibles. Ya no constituyen la única realidad que conocemos. Una y otra vez, los movimientos de expansión y relajación propios de la respiración van soltando los márgenes lo suficiente como para poder sentir lo que hay más allá de la tensión.
En la inspiración dejamos que una parte del espacio alrededor penetre profundamente en los espacios interiores del cuerpo. En la espiración dejamos que el peso del cuerpo descanse profundamente hacia las bases de apoyo en el mundo material, el suelo. Así podemos sentir nuestro cuerpo y su relación con el entorno. Así podemos restablecer la conexión con lo que hay más allá de la propia persona, del propio cuerpo. Así volvemos a encontrar el camino a casa, al lugar en el mundo donde pertenecemos, donde podemos refugiarnos y sentirnos seguros, donde podemos reunirnos con los nuestros. Los nuestros, a fin de cuentas, son todos los seres vivos en todas parte, porque somos parte integrante del todo y todo ello parte integrante de lo que somos.
Mientras mantengamos separada aunque sólo sea una parte de lo que somos, ni el conjunto del todo ni la persona individual puede ir bien. Curiosamente, cuando empezamos a poder sentir cómo usamos la tensión de nuestros músculos para distanciarnos físicamente del mundo del cual formamos parte, ya empezamos a volver a restablecer la conexión. O sea, si eres capaz de sentir la desconexión con tu entorno, ya estás empezando a conectarte. A fin de cuentas, no es posible desconectarse de lo que hay más allá de uno mismo. Tanto sí como sí, ¡en todo momento pertenecemos todos y cada uno!
Por más comprensible que sea que uno quiera retirarse de la violencia, negligencia y ignorancia que se ven en los telediarios y en el día a día en el comportamiento de tantas personas, en lo que realmente importa, ¡sentir que perteneces es tanto más agradable que sentirte ajeno a todo! Además, retirarse no lleva a otra cosa que a sentirse víctima o convertirse en perpetrador. En cambio, hay mucho que se puede hacer para aportar paz, cuidados y sabiduría, como mínimo en el trozo del mundo que es nuestro, el que ocupamos con el propio cuerpo.
Taller de DFA en el Midline Institute de Barcelona, 1 y 2 de octubre de 2016
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