En Arquetipos e inconsciente colectivo, Carl Gustav Jung escribe: "Parecería que el hombre (...) sólo por medio de la vivencia de la realidad simbólica reencuentra el camino de regreso hacia un mundo en el cual ya no es un extranjero." (p. 102, Paidós, Barceloma 1981) Como "símbolo de la unión de los opuestos" y como "el camino y el crecimiento hacia lo que no cambia y es eterno" (ibid.) presenta el arbol.
Respirar con árboles (Ediciones Urano, Barcelona 2013) propone una práctica para ir por ese camino: darse tiempo para los movimientos respiratorios. Por una parte esta práctica permite reconocer los patrones de tensión habitual que separan a la persona de la experiencia de sentirse unido al mundo, una con todo, o sea, que le condenan a sentirse extranjero en el mundo. Por otra, abre un acceso a la experiencia sensorial y comprensión cognitiva de lo que uno es como ser vivo y como parte del mundo material. Con esta conciencia es posible regular momento a momento la forma en la que uno se relaciona con su entorno, a todos los niveles, en lo físico tanto como en lo psíquico, emocional y social. En vez de sentirse víctima de las circunstancias y tener que luchar contra oponentes invencibles, uno se orienta momento a momento en relación con las coordenadas de la realidad física y con las fuerzas y dinámicas internas y externas, como el capitán que sabe cómo orientarse en alta mar y tener en cuenta los vientos, las corrientes y las mareas para llegar al puerto de destino. La vivencia de la realidad simbólica a la que Jung apunta sólo puede tener lugar en la relación entre el cuerpo, con todo lo que contiene en cuanto a materia, psique, espíritu y energías, y su entorno.
Pero hay que aprender a reconocer las sensaciones que tienen lugar en el cuerpo, a permitir y sentir su flujo. Hay que aprender también a reconocer las tensiones que interrumpen ese flujo y retienen las sensaciones por debajo del umbral de la conciencia. Y hay que aprender a reconocer los significados asociados a esas sensaciones, en su mayoría inconscientes también. En su mayoría esos significados pertenecen a las condiciones iniciales de nuestra vida. Debido a la tensión habitual se han convertido en una especie de disco rayado que repite la misma cantinela días tras día. Embebe en los tejidos del cuerpo la tonalidad emocional de la familia y del país durante los primeros tiempos de vida y, por más que uno se aplique a salir adelante y dejarlo atrás, cuando las defensas bajan, en momentos de estrés, cansancio, enfermedad o crisis, afloran las sensaciones que uno se ha esforzado toda la vida por evitar. Algunas pueden traer información interesante, muchas son desfasadas y, más que nada, se trata de ayudar a las partes del organismo que las alojan a tomar nota de la realidad del momento presente. Las herramientas más importantes para ello son los movimientos de la respiración y la relación entre el cuerpo y el suelo, la fuerza gravitatoria.
Es imposible hacer todo esto a solas porque, mientras uno no conozca su patrón de tensión habitual, queda bajo su efecto, capaz de ver y reconocer nada más que la realidad que concuerda con ese patrón. Hace falta el contacto con una persona que ha aprendido a percibir sensaciones sin dejarse llevar por ellas, a usar su cuerpo en consonancia con el campo gravitatorio de la Tierra y a facilitar este aprendizaje a otros.
Los practicantes de DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos usan una intervención manual muy específica para facilitar este aprendizaje. Quien la conoce se sorprende una y otra vez cómo un toque tan sutil y suave puede tener unos efectos tan profundamente transformadores.
Una cualidad de la parte del sistema nervioso que recoge la percepción sensorial es la de traducir lo percibido en imágenes, analogías y símbolos. Un aspecto primitivo de la mente racional es la función discriminatoria que a gran velocidad distingue entre impulsos sensoriales que concuerdan con el patrón de tensión habitual o no, y los juzga como bueno o malo, deseable o indeseable, correcto o incorrecto, y relega al inconsciente lo que no cuadra con los parametros del patrón. La "vivencia de la realidad simbólica" empieza por la toma de contacto con lo sensorial para poder ir más allá de lo establecido por las convenciones de la sociedad y por la experiencia limitada del niño que la persona fue cuando el patrón dió forma a su cuerpo y a sus movimientos. Dejando las sensiones fluir sin parar ni retenerlas, se llega a "lo que no cambia y es eterno".
Y los árboles ¿qué tienen que ver? Echan sus raíces en la tierra y crecen hacia el cielo. Como símbolo enseñan a seguir su ejemplo, como ser vivo acompañan y enseñan a quien quiere aprender de ellos. Es que practicantes de DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos hay muy pocos en el mundo. En cambio en muchos lugares se puede encontrar un árbol capaz de enseñar .
Sesiones de DFA en Barcelona y Cádiz
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