El campo comunicativo
Todo acto de comunicación consiste en emisor, receptor y mensaje.
Entre emisor y receptor se constela un campo interactivo que el analista
estadounidense Robert Langs llama campo comunicativo. En un diálogo o
una tertulia, todas las partes son emisores y receptores de forma
intermitente. En un discurso, ya sea de un presidente, de un
conferenciante o una persona cualquiera, hay un emisor y muchos
receptores. En todo caso, el campo comunicativo se caracteriza por las
propiedades inherentes a la función de la comunicación, en principio, la
de crear entendimiento, compartir conocimiento o celebrar la
convivencia, aunque existen casos en los que deliberadamente se utilizan
mensajes para confundir y destruir la comunicación, la comprensión y la
convivencia.
Sobre la base de su experiencia clínica,
Dr. Langs ha dedicado una gran parte de su extensa carrera profesional
al estudio de las dinámicas que tienen lugar en ese campo comunicativo, a
fin de facilitar el entendimiento mutuo y de evitar la confusión y los
conflictos entre personas y colectivos humanos generados por los
contenidos inconscientes presentes en numerosas comunicaciones. Con esta
intención desarrolló un método sencillo y altamente eficaz para
descifrar el significado de las comunicaciones inconscientes en la vida
de cada día.
Dos tipos de mensaje
Los mensajes simples no significan más que
lo dicho y, normalmente, se limitan a fines utilitarios. Pero con
frecuencia se transmiten mensajes más complejos con múltiples niveles de
significado, un mensaje simple en la superficie y otro/s codificado/s
que pasa/n desapercibido/s si no se conoce el contexto. Para llegar a
identificar y comprender los niveles subyacentes de significado, es
indispensable conocer el contexto del mensaje, del emisor y del
receptor, y también del lugar y del momento concretos en el que
es comunicado, y de su motivación. Con frecuencia codificamos contenidos, sin tener
conciencia de ello, porque nos cuesta enfrentar directamente la carga
emocional relacionada con ellos. Hasta cierto punto, esa vía indirecta
nos ayuda a adaptarnos, pero las mismas defensas que protegen la
integridad psíquica frente a contenidos que se experimentan como
amenazantes, pueden desembocar en locura e incapacidad de comunicar de
forma verídica.
Independientemente de si tienen
conciencia de ello o no, los participantes en el campo comunicativo
detectan posibles contenidos ocultos más allá de las palabras y los
significados comunicados conscientemente y responden o reaccionan de
forma correspondiente. Muchos conflictos y malentendidos tienen su
origen en ese ámbito inconsciente de la comunicación y podrían
resolverse si se supiera cómo descodificar los mensajes ocultos. Para
ello es imprescindible ponerlos en relación con el estímulo que los ha
desencadenado, con el contexto en el que tienen su origen.
En
su discurso en el senado de España, el 26 de octubre 2017, la
vicepresidente de España, Soraya Sáenz Santamaría, nos da un excelente
ejemplo de un mensaje de superficie con otro significado subyacente, muy
distinto: afirma que la aplicación del artículo 155 de la constitución
española garantiza la restauración del orden público y devuelve la
tranquilidad a todos los catalanes. Lo dice con un fuerte énfasis en el
“todos”. El mensaje de superficie es simple y claro; pone de manifiesto
la benévola intención de la vicepresidenta y del gobierno que
representa. Pero si se tiene en cuenta el contexto de esta frase - este
artículo daría al gobierno español el derecho de cesar el gobierno
autónomo
de Cataluña y de intervenir las instituciones catalanas-, pone de relieve
el origen del conflicto hispano-catalán: para un amplio sector de la
sociedad catalana las pretensiones del gobierno español resultan
ofensivos y prometen todo menos tranquilidad. Mientras en la superficie
pretende ofrecer tranquilidad a todos los catalanes, el significado
oculto niega la existencia de millones de personas.
Cabe
preguntarse en qué medida el significado oculto expresado en esa frase
de su discurso es inconsciente. Podría ser parte de una estrategia
calculada para provocar una reacción violenta que de cara a la galería
justificaría la aplicación de ese artículo que, en sí, es
injustificable, si no fuera por una burda manipulación de la
constitución y del estado de derecho. No obstante, la discrepancia entre
el significado de superficie y el oculto puede perfectamente ser
atribuible a la ingeniosa capacidad de la mente humana de apartar de la
conciencia los contenidos que por una u otra razón resultan
intolerables. Los síntomas del estrés postraumático y de la culpa no
reconocida son ejemplos clásicos que llevan a personas inteligentes y
sensibles a negar actitudes y comportamientos que resultan evidentes e
innegables desde un punto de vista que permite examinar la situación con
una perspectiva más amplia.
El cuerpo y la voz
Esta observadora
internacional autonombrada del conflicto hispano-catalán, en el campo
profesional, se ha especializado en el reconocimiento de patrones
somáticos, es decir, ayuda a las personas a tomar conciencia de su forma
de ocupar el espacio y de moverse en el mundo, de la tensión habitual
que mantiene esa forma, y de las actitudes que esa forma expresa. De
este modo, con frecuencia se llegan a comprender contenidos
inconscientes que desde el punto de vista del yo consciente resultan
amenazantes, porque ponen en entredicho el estatus quo de la visión de
uno mismo, del mundo y de lo que la persona siente que la vida le puede
deparar. No obstante, una vez reconocidas las circunstancias
concretas que cargaron las condiciones iniciales de la vida de una persona del significado que esta llegó a tomar como una realidad
objetiva, se descubre que este significado carece de la validez absoluto que se le había
atribuido. Por doloroso que pueda resultar ese reconocimiento
inicialmente, suele suponer un alivio, ya que posibilita una
comunicación, conexión y relación verdaderas con los demás, que no es
posible mientras el punto de vista desarrollado bajo las condiciones
iniciales de la vida se considera la realidad absoluta.
Aprovechemos,
pues, la oportunidad de analizar la presencia física y el sonido de la
voz de la señora Sáenz Santamaría en su discurso en el senado el día 26
de octubre de 2017. Al hacer la prueba y hablar poniendo la boca como la
pone ella, cuando habla, podemos hacernos una idea de qué sucede en su
cuerpo. El simple gesto de los labios, tan típico de ella, afecta a todo
el cuerpo. Lo primero que noto, cuando lo adopto, es cómo se acorta la
musculatura de las cervicales y la zona lumbar. A su vez, ésta tira las
costillas inferiores hacia dentro y limita el movimiento del diafragma,
con lo cual los movimientos respiratorios quedan restringidos. El
espacio a lo largo de todo el eje central del cuerpo queda encogido. La
tensión de los músculos le mantiene a uno en conflicto con la dirección de la
tracción de la fuerza gravitatoria, es decir, la postura está atrapada
en un gesto en el que uno se separa del entorno. No es de extrañar, pues,
que la señora Sáenz de Santamaría perciba la reivindicación de auto-determinación de Cataluña como
separatista. La tensión mantiene la sensación directa del interior del cuerpo por debajo del umbral de la conciencia y uno no se da cuenta que, en
efecto, está generando separación. Siguiendo el movimiento de la
espiración, una no puede descansar hacia el centro del cuerpo debido a la
estrechez del espacio central producido por el gesto de los labios que tira hacia arriba, hacia el exterior, hacia el espacio delante de la boca.
Por tanto, la nueva inspiración tampoco llega a ese espacio profundo
sino que se queda en la superficie, acompañada con una sensación de
insatisfacción constante, porque la sensación de la conexión inherente a
la naturaleza de todo ser vivo queda suspendida en la tensión de los
músculos. Según el momento, la sensación de insatisfacción es más o
menos difusa, pero nunca deja lugar a la profunda satisfacción de
descansar en la conexión indivisible que existe entre todo ser vivo y la
totalidad de cuanto existe.
Los labios son la primera
parte del cuerpo con la que un bebé busca restablecer la conexión con su
madre, interrumpida por el parto. El gesto de los labios de la señora
Soraya Sáenz Santamaría, junto con muchas de las palabras pronunciadas
por ellas, sugiere que en los primeros días o semanas de su vida sucedió
algo que supuso una separación prematura de su madre, cuando su sistema
nervioso todavía no estaba lo suficientemente desarrollado como para
poder gestionar una separación de cierta duración. Otra posibilidad es
que el contacto con su madre haya sido afectado por los registros de
experiencias traumáticas o de una culpa inconsciente en el cuerpo de la
madre, tal como sucede con la inmensa mayoría de personas vivas en la
actualidad.
Estrés postraumático y culpa inconsciente
Pocas personas adultas hay en el mundo hoy que
no sean descendientes de personas que han vivido una situación de guerra y/o de
dictadura en el siglo XX, o que no hayan sido expuestas personalmente a esa clase de
situación. Utilizamos la tensión de nuestros músculos
para apartar de la experiencia consciente las sensaciones relacionadas
con el trauma o la culpa que nos resultan intolerables, para
sobreponernos, distraernos o evadirnos de una manera u otra. Hay una
gran variedad de estrategias. Invariablemente, los contenidos apartados o
reprimidos, se constelan como complejos autónomos de la psique,
latentes en tiempos de calma. Pero en situaciones de estrés y,
particularmente, bajo circunstancias que tienen cierto parecido con la
situación traumática inicial, estos complejos se activan, toman posesión
de la persona y eclipsan su capacidad de funcionar con cordura y juicio
racional. La persona poseída no suele tener conciencia de la posesión
sino que considera su conducta perfectamente razonable.
El impacto de experiencias traumáticas afecta a víctimas, perpetradores y testigos
indistintamente. Mientras algunas personas logran procesar el trauma y aprender de la experiencia, muchos optan por intentar olvidarla, como si esto fuera posible. Nuestros padres y abuelos se aplicaron en dejar el
pasado atrás y enfocarse hacia el futuro, probablemente porque las
heridas eran demasiado profundas, el terror demasiado grande, el dolor
intolerable, la culpa insondable. Pero las heridas no pueden curar sin
una adecuada atención, el terror no se apacigua sin enfrentar lo que lo
suscita, el dolor no se calma intentando sobreponerse, la culpa no puede
eximirse con sufrimiento, fracasos y bancarrotas, no puede saldarse sin
reconocerla y hacer los pasos necesarios para reparar la relación
vulnerada. Las heridas, el terror, el dolor y la culpa que nuestros
padres y abuelos no se vieron capaces de procesar y asimilar están presentes en nuestras vidas hoy; dan forma a
nuestra manera de ocupar el espacio en el mundo y de movernos en la
vida. Las formas en que se manifiestan abarcan una gran variedad:
adicciones, conductas violentas y delictivas, vidas accidentadas,
enfermedades degenerativas de mayor o menor envergadura, actos fallidos,
una incapacidad de relacionarse de forma significativa, amorosa y
solidaria con otros seres vivos, humanos y no humanos, desconocidos o de
la propia familia, fracasos profesionales y personales, bancarrotas
individuales y colectivas, etc.
Nuestra generación está
en condiciones de hacer lo que las generaciones anteriores no fueron
capaces de hacer. Una comunicación honesta puede dar la atención
adecuada a las heridas abiertas que necesitan curarse, puede apaciguar
el terror ante la amenaza de aniquilación por la violencia física de las
armas o la violencia psíquica del ninguneamiento, puede calmar el dolor
producido tanto por las faltas de otros como por las propias, puede dar
lugar al reconocimiento de la culpa por los daños infligidos y a la
reparación de las relaciones dañadas.
El desarrollo de la conciencia
Palabras como "separación" y "secesión" y las que se derivan de ellas, usados con predilección por los políticos y medios que abogan por la unidad de España,
parten del supuesto que hubo un unión que Cataluña pretende romper. Al
presentar la voluntad catalana de auto-determinación sin su contexto
histórico, se señala al pueblo catalán y al gobierno elegido por él como
responsables de la fractura social y económica del estado español. Una
mirada más de cerca, sin embargo, que tiene en cuenta el contexto tanto
histórico como actual, revela que a partir del momento en el que dejaron
de existir las Españas con sus diferentes formas de gobierno, las
tierras catalanas con su población fueron anexionadas por
el estado centralista. En términos de desarrollo de la conciencia diríamos que fueron engullidas por la conciencia indiferenciada de las masas, típica de regímenes totalitarios. En ningún momento se dio paso alguno para crear una unión entre España y Cataluña, ni siquiera en los inicios del estado democrático que se pretendía construir en 1978, con la
pretensión de los gobiernos autónomos llamados "café para todos" que daban a las regiones que no habían conocido ninguna forma de gobierno más que la centralista las mismas competencias que a una nación con una tradición milenaria en la participación ciudadana en el gobierno. El significado de superficie de "separación" y "secesión", de "separatista" y "secesionista", acusa un ataque a la unión, y encubre el significado subyacente que niega la existencia de millones de personas y los ataques perpetrados contra ellos y sus instituciones durante siglos en el intento de imponer las estructuras y la cultura española. No es de extrañar, pues, que tantos catalanes no se sientan pertenecientes a un estado que no los reconoce.
La imperiosidad con la que se defiende la supuesta unidad de una España que incluye Cataluña pone de manifiesto cuan precaria es la sensación de la propia identidad española. En este contexto cabe destacar que hace cuatro días que España ha dado los primeros pasos para emerger de la conciencia de masas propia de las dictaduras. Hace falta tiempo para construir las estructuras que permiten una toma de conciencia de la propia identidad. Para reconocer a otro, es imprescindible tener la capacidad de conocerse a uno mismo, cosa que empieza a ser posible a partir de cierta edad. En estos días tanto España como Cataluña tienen la oportunidad de verse retratados en sus formas de interactuar.
Dos estilos de comunicación
Básicamente, Dr. Langs
identifica dos estilos de comunicación: la recepción y emisión de
verdades por una parte y, por otra, la recepción y emisión de mentiras.
Ambos cumplen una función adaptativa, pero para un intercambio
significativo real es indispensable que lo recibido y emitido sea
verdad.
Una persona que reconoce un estímulo
perturbador y lo procesa y se adapta de un modo significativo, se ocupa
del origen interactivo e intrapsíquico de un problema emocional, y
responde sin evitarlo ni falsificarlo. Es emisora de verdad. Una persona
abierta hacia los significados válidos en los mensajes de otros es
capaz de procesar de forma consciente los significados más importantes
de los mensajes recibidos y de responder con su propio mensaje
codificado que claramente se deriva de las implicaciones del mensaje
recibido. Es receptora de verdad.
Una persona que no
responde a un estímulo importante, ni procede a generar una respuesta
derivada significativa, destruye un elemento de la red comunicativa, o
varios. Es emisora de mentiras o de barreras de mentira. Los emisores de
mentira desean no vérselas con estímulos perturbadores. Se cierran en
banda ante el impacto de lo que no quieren ver y desatienden los
significados e implicaciones que se derivan de ello. Generalmente sin
tener conciencia de ello, niegan la verdad de un estorbo generado, es
decir que crean un sistema de barreras de mentiras, o sustituyen la
verdad por mentiras o ficciones. Los receptores de mentiras borran y
destruyen los significados de los mensajes entrantes. No muestran
ninguna señal directa de comprensión, ni producen elaboraciones
codificadas de las implicaciones de los mensajes recibidos. Mantienen
una actitud de no-significado en ambos niveles.
Un tipo
común de emisor de mentiras es el creador de clichés. Los clichés son
una formación de barrera de mentira extremadamente corriente. Los
creadores de clichés inteligentes les dan la apariencia de expresiones
sustanciales, aunque un examen un poco más de cerca revela una ausencia
esencial de significado dinámico y vital. Veamos, por ejemplo, las
continuas alusiones al estado de derecho y la constitucionalidad de
parte del gobierno español en el conflicto hispano-catalán, repetidas
por los líderes de la oposición y por los principales miembros de la
comunidad europea. En sí, el estado de derecho y la constitucionalidad,
sin duda, representan valores fundamentales que todos deberían respetar.
Pero si se erige como defensor alguien que de forma continuada
tergiversa, tuerce e infringe los valores representados por esas
palabras y abusa de ellas con fines personales o partidistas, cuanto más
las repita, tanto más las va convirtiendo en clichés. Aunque no
constituyan mentiras aparentes, su verdadero significado se desgasta con
el tiempo y la repetición, hasta perder todo validez. Aun así, con
frecuencia son aceptados por el receptor del mensaje porque las palabras
tienen una cualidad reconfortante, por huecas que suenen. El
significado pretendido es bien recibido como formación de una barrera de
mentira que desvía hacia un lado el impacto imperioso de verdades
perturbadoras subyacentes.
¿Cuál podría ser, pues, la
verdad subyacente cuyo impacto perturbador el estado español y los
principales miembros de la comunidad europea necesitan desviar?
Los residuos del trauma y de la culpa inconsciente en el cuerpo
Para
el pueblo catalán el ataque del estado español contra su identidad
cultural y la forma ancestral de participación ciudadana en el gobierno
constituye un estímulo perturbador. Durante centenares de años se ha
dedicado a procesarlo y adaptarse de un modo significativo. Se ocupa
del origen interactivo e intrapsíquico del problema emocional que esa
situación supone y responde sin evitarlo ni falsificarlo. Recibe el
significado de los mensajes del estado español y de la comunidad europea
y se hace a la idea de que poca comprensión puede esperar de España y de la comunidad
europea, a no ser que logre esforzarse aún más para comunicar la
realidad de la vida en Cataluña de un modo que despierte la atención de
Europa e, idealmente, España. Una parte sustancial de la población
catalana ha aprendido a procesar de forma consciente los significados
más importantes de los mensajes que recibe desde dentro y fuera y a
responder con sus propios mensajes codificados claramente derivados de
las implicaciones del mensaje recibido. En todo momento, de forma
inagotable, sigue la intención de comunicar para llegar a una solución
aceptable para todas las partes.
A lo largo de siglos,
el gobierno español responde con negativas a la reivindicación catalana
de ser reconocido como pueblo con una cultura y una forma de gobierno
distintas de las del pueblo español. Más allá de la represión, ataques
violentos e insultos, de momento, el estado español no ha generado
ninguna respuesta significativa y, así, va destruyendo más y más
elementos de la red comunicativa. Desea no saber nada de la
reivindicación catalana, ya que la considera perturbadora. Pero en vez
de procesar la perturbación y adaptarse de un modo significativo, se
cierra en banda ante su impacto. Desatiende los significados e
implicaciones que se derivan de la reivindicación. Niega que sean
verdad, crea un sistema de barreras de mentiras y sustituye la realidad
de la actualidad catalana por mentiras y ficciones. Borra y destruye los
significados de los mensajes que el pueblo catalán dirige hacia el
estado español tanto directamente como a través del gobierno que eligió.
No muestra ninguna señal directa de comprensión, ni produce
elaboraciones codificadas de las implicaciones de los mensajes
recibidos. Se mantiene en una actitud de no reconocer ningún
significado. Ni reconoce como legítima la reivindicación catalana de
auto-determinación, ni reconoce la violencia ni la injusticia de su
propia reacción.
Si las mentiras son conscientes e
intencionadas, significaría que el gobierno español es una banda
criminal. ¿Es posible que toda la comunidad internacional sea cómplice?
Hay quienes creen que efectivamente es así. A esta analista de patrones
de conducta, sin embargo, le parece que las barreras de mentiras y los
clichés que predominan en la actitud española e internacional hacia la
intención de millones de catalanes, se deben a síntomas desatendidos de
estrés postraumático y culpa inconsciente en el contexto de las guerras y
dictaduras del siglo XX, adquiridos a través de la propia experiencia o
del contacto con padres y abuelos (incluyendo madres y abuelas)
traumatizados.
El trabajo interno para resolver los
registros traumáticos no es fácil. Normalmente se embarcan en ello solo
aquellos que no tienen más remedio, cuando ya no son más capaces de
mantener las posturas de negación y su mundo se les viene abajo. Algunos
afortunados se dan cuenta antes y lo emprenden de forma deliberada.
Para las víctimas, tal vez, de entrada, la necesidad de llevar a cabo
ese trabajo es más apremiante y también más prometedora, porque el
camino deja vislumbrar una posibilidad de salir de la impotencia frente
a un opresor violento. Para los perpetradores de injusticias y
violencias suele ser más difícil, ya que, aparte del terror y dolor de
la experiencia en sí, conlleva tener que reconocer que uno mismo, o una
persona amada y próxima, o un colectivo al que uno pertenece, ha
cometido injusticias y atrocidades vergonzosas.
Una
gran parte del pueblo catalán ha hecho ese trabajo interior en alguna
medida. Estuvo presente con el dolor, el terror y la rabia producidos
por los reiterados ataques a su cultura y su forma de expresarse y
gobernarse. Sin hundirse en las emociones, sin dejarse arrastrar por
ellas a conductas destructivas, y sin negarlas, ha encontrado una forma
significativa de representarlas, por ejemplo, en la celebración anual de los actos conmemorativos el 11 de septiembre, el emplazamiento del
parlamento catalán en el edificio que alojó el arsenal de armas de las
fuerzas de ocupación española en la base militar construida en una
barriada que fue derrocada con el fin de vigilar y dominar la ciudad. La
estatua delante del parlamento, “Desconsol”, el desconsuelo, da
expresión estética al sentimiento prevaleciente respecto a la pérdida de
sus derechos y el trato recibido a lo largo de los siglos. Cansados de
la beligerancia y corrupción de los que sustentan un poder usurpado por
desacatamiento testamentario primero, el uso de las armas después y la judicialización de la política a través de la
manipulación de las instituciones del estado de derecho después, una vez
más, el pueblo catalán está gestionando el estrés postraumático, está aprendiendo de sus errores y va recuperando las fuerzas suficientes como
para manifestar su existencia y darla a conocer al mundo entero.
Para
las personas y los colectivos cuya identidad está atrapada en los
mecanismos de defensa contra los registros traumáticos y las culpas
inconscientes, resulta amenazante reconocer la legitimidad de las
reivindicaciones catalanas porque implicaría tener que admitir los
rastros de traumas y culpas inconscientes que amenazan en su propio
interior. ¿Tenemos que pasar por otra ciega reiteración de las dinámicas de
una confrontación violenta? Es debido a la ciega repetición de las
dinámicas generadas por los registros traumáticos en los cuerpos de
cada individuo que la ultraderecha vuelve a aumentar el número de sus
adeptos en todas partes. ¿Tenemos que esperar hasta que el mundo entero
se venga abajo en una crisis generada por los traumas no resueltos y las
culpas negadas y genere traumas y culpas todavía mayores, antes de
ponernos a atender sus síntomas? En vez de esperar a que ya no haya otra
opción, podríamos poner manos a la obra. Un buen primer paso podría ser
dejar de considerar el conflicto hispano-catalán un asunto interior de
España y reconocerlo como un asunto que nos concierne a cada uno
individualmente y a todos como colectivo humano.
La lucha con la verdad y la mentira forma parte de la naturaleza humana
Dr.
Robert Langs nos advierte de la importancia de reconocer que la lucha
con la verdad y la mentira, consciente e inconsciente, forma parte de la
naturaleza humana. El que comunica mentiras debería tener nuestra
compasión y comprensión, afirma, y el que dice la verdad, nuestra más
profunda admiración.
En todo caso, el cuerpo no miente.
En el discurso de la señora Soraya Sáenz de Santamaría en el senado el
día 26 de octubre 2017, se vislumbró lo que podría ser un indicio
esperanzador de que, al menos su cuerpo, esté empezando a reconocer la
insostenibilidad de la actitud del estado español: en varios momentos
estuvo a punto de perder la voz.
Al escuchar el sonido de la voz de la gente se puede oír si realmente creen lo que dicen. Algunas personas están convencidas de decir la verdad, externamente, pero solo una parte de su cuerpo participa en el acto de dar expresión a lo que dicen, mientras otras partes, a menudo de mucha más envergadura, permanecen quietas. Entonces la voz suena impostada, falsa, sarcástica, dubitativa, burlona, hueca, estridente, forzada, paternalista, despreciativa... en la parte frontal superior del cuerpo, con un bloque oscuro inmóvil detrás. A esta observadora internacional del conflicto hispano-catalán las voces que justifican la aplicación del artículo 155, en el mejor de los casos, implican un 30% del cuerpo de los señores Rajoy, Méndez de Vigo, Maza, Rivera, Arrimadas, etc., en el acto de hablar. Lo que el 70% restante oculta puede, en realidad, resultar bastante inofensivo. Es la intensidad de las defensas contra eso que se esfuerzan por mantener apartado de su conciencia -y la nuestra- que puede convertirlo en algo realmente aterrador. Para descubrir en qué medida ese 70% representa una agenda ocultada de forma intencional y en qué medida es inconsciente, tendrían que estar dispuestos a establecer una relación veraz con ellos mismos y con los demás.
4 de noviembre 2017
Langs, Robert, Unconscious Communication in Everyday Life, Jason Aronson Inc., Northvale, 1993
Brigitte Hansmann
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