Vida es movimiento. Todo se mueve. Incluso en la quietud más profunda de la meditación está el fluir de la inspiración y la espiración, de la sangre y de la información en el sistema nervioso y en la red de agua que se extiende a través de todo el cuerpo. Solo los patrones de tensión desarrollados en circunstancias traumáticas interfieren con este movimiento. Aparentemente nos protegen contra el impacto de lo peor de la situación, pero nos mantienen encallados en el momento justo antes de ese impacto. Son como un filtro a través del cual percibimos lo que sucede momento a momento, siempre con la amenaza del impacto que está a punto de suceder. Puede ser un filtro generado por nuestra propia experiencia o por la de nuestros padres o abuelos y lo absorbimos a través del contacto en los primeros años de la vida o incluso nos llegó por vía genética. Reduce los movimientos respiratorios al mínimo imprescindible para sobrevivir. Parece inamovible por la amenaza de lo que pueda suceder cuando esto se mueva.
Tenemos aquí un método que ayuda a mover lo que parece inamovible. Pruebalo y si te convence, utilízalo cuando quieras.
Nota los movimientos de la respiración: cuando dejas salir el aire en la espiración, puedes notar como el peso de cuerpo reposa hacia el suelo y hacia el centro del cuerpo. Tómate un momento allí –nada, un momentito de nada-, lo suficiente para constatar la sensación de que debajo del cuerpo se encuentra el suelo que lo sostiene, para apreciar este apoyo y para descansar allí un ratito.
Entonces llegará el momento en el que necesitas aire. Simplemente abres y lo dejas entrar. Date tiempo también para sentir cómo el aire entra en tu cuerpo y lo ensancha. Cuando ya te has llenado, déjalo salir en seguida. No lo aguantes. De nuevo, nota cómo, al dejar salir el aire con la espiración, descansas hacia el centro de cuerpo y hacia el suelo, constatas y aprecias el apoyo y, cuando necesitas aire, te abres y lo dejas entrar. Y así, respiración tras respiración.
Es posible que al respirar de este modo aparezca una sensación de ahogo. Objetivamente estás respirando más de lo normal, o sea, seguro que no te estás ahogando. Es el registro en el cuerpo de todas aquellas partes que estaban ahogadas durante tanto tiempo. Finalmente les llega el aire que necesitan para vivir y, de entrada, manifiestan su malestar. Si no te asustas y continúas dejándolas participar en los movimientos respiratorios, al cabo de una cuantas respiraciones, el sistema nervioso se pondrá al día y la sensación se equilibrará.
Es posible también que se movilicen emociones retenidas desde hace mucho o desde los últimos días tan intensos. Si estás en un entorno seguro, simplemente déjalas fluir. Si no, haz una cita con ellas para un momento concreto del mismo día en el que puedas procurarte un entorno seguro, a solas o con personas amadas. Lo que importa es que sigas dándote tiempo y espacio para cada uno de los movimientos respiratorios, incluyendo el momento de reposo sobre la base de apoyo al final de la espiración.
Respirando de esta manera puedes sentir claramente que no hay separación en ninguna parte. Tu cuerpo, el suelo que lo sostiene en el lugar concreto de la Tierra en el que estás, el espacio a tu alrededor, el aire que entre en tu cuerpo y el que sale, todo esto es un continuo que compartimos con todos los seres vivos. Este espacio infinito sí es indivisible y no necesita leyes para mantenerlo unido. Quien usa la fuerza para imponer su criterio sobre el de otros se separa de la experiencia de esa unión. No se da cuenta de que pertenece al todo en las mismas condiciones que los demás. Nadie puede extraerse. Nota la fuerza y el sentido de cohesión que reside en ese espacio compartido.
Al final de la espiración, cuando ya ha salido todo el aire que sale fácilmente, sin apretar, y solo descansas hacia el suelo y hacia el centro del cuerpo, tienes acceso a lo más profundo de lo que eres como ser vivo y a las bases de apoyo en el mundo material del cual eres una parte. En ese espacio estamos profundamente conectados con todo el mundo. Cada uno es como es, todos somos diferentes, pero en lo más hondo como ser vivo, somos todos iguales.
Cuando caminas, estás de pie, sentado o tumbado, puedes sentir la conexión de ese espacio con el suelo y el espacio a tu alrededor. A través de esta conexión, puedes dejar fluir tus deseos de paz y reconocimiento, puedes recibir apoyo y ayuda para tus dificultades y las emociones que conllevan, puedes enviar y recibir amor, alegría y gratitud, puedes pedir ayuda a la Tierra y al espacio abierto, puedes contar con el apoyo del planeta entero para tu resistencia pacífica a la injusticia. No hay fisuras, esta conexión entre el ser vivo que eres y el mundo del cual eres una parte es indivisible.
Allí puedes imaginar, crear y cultivar lo que quieras aportar tú.
Brigitte Hansmann
Anàlisis de patrons arquetípics
Ciències lingüístiques aplicades
DFA Reconeixement de patrons somàtics
Integració Estructural
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