jueves, 28 de julio de 2016

Respiración libre, regeneración y descanso profundo


Los tesoros escondidos en tu cuerpo (parte 3 de 4)


  
El aire que respiras lo generan seres vivos



La respiración es un movimiento autónomo. Sucede continuamente sin necesidad de intervención consciente. Además de abastecer el organismo con el oxígeno necesario para un buen funcionamiento, los movimientos de la respiración tienen un papel importante para la salud en general y, en particular, para la conciencia de la forma en la que ocupamos el espacio con el cuerpo y nos movemos en la vida.

Para percibir con claridad, nuestros sentidos necesitan contraste y los movimientos de inspiración y espiración se lo proporcionan, cuando suceden con libertad. Sin embargo, los patrones de tensión habitual de muchas personas restringen estos movimientos, a menudo hasta tal punto que la persona vive la vida a medio gas, a la vez que avanzar, por poco que sea, le cuesta un gran esfuerzo porque tiene el freno de mano echado. Mientras la respiración sucede dentro de los márgenes fijados por la tensión habitual, a duras penas cubre los mínimos imprescindibles para sobrevivir y proporciona poco contraste sensorial.

Bajo esas condiciones, sólo la demanda de oxígeno producto de la actividad física da más profundidad a los movimientos respiratorios. De ahí la importancia de hacer ejercicio, caminar y moverse en el día a día. Pero la tensión nos impide movernos con libertad y sentir el cuerpo y su relación con el entorno. Desde dentro de los límites del patrón, parece que sea el mundo, las condiciones externas, lo que impone la limitación. Aunque en estado de reposo la persona se sienta relativamente relajada, el recorrido del movimiento respiratorio queda diminuto, sin ni siquiera alcanzar los límites marcados por la tensión. Un descanso profundo no es posible en esas condiciones. Una vez que se siente la relajación profunda que ocurre cuando los movimientos respiratorios son libres de suceder a su ritmo y las barreras de la tensión habitual van cediendo, se nota que ese estado es todo menos relajado; en realidad es como estar suspendido en una especie de limbo.

Cuando sucede con libertad, el movimiento de inspiración produce una expansión del cuerpo en todas las dimensiones; en la espiración el movimiento es de descanso hacia dentro y hacia el suelo porque los músculos que llevan a cabo el trabajo de inspirar, al espirar, se relajan. Cuando es necesario un mayor aporte de aire, además, otra serie de músculos pueden prolongar la espiración para crear espacio para una inspiración más profunda, cosa que sucede con la actividad física, los esfuerzos, en el deporte y en emergencias. También se puede ejercitar a voluntad. Pero aquí nos interesa sobre todo el movimiento de relajación que se produce al dejar salir todo el aire que sale fácilmente, sin forzar nada. Al final de este movimiento todavía hay una cantidad de aire en el cuerpo que es suficiente para proporcionar el oxígeno necesario para las funciones vitales durante un buen rato. Por tanto es posible, en ese momento, tomarse un pequeño descanso, antes de volver a inspirar.

No se trata de aguantar la respiración, ni de parar su flujo haciendo lo que se llama una apnea. Simplemente siguiendo la dirección natural del movimiento espiratorio, la atención se orienta hacia el interior del cuerpo y hacia el suelo. Así podemos concedernos un momento de descanso en lo más hondo de nuestro cuerpo, lo más hondo del ser vivo que somos, y sobre nuestra base de apoyo en el mundo material, el mundo del cual somos una parte inseparable. Al final del movimiento de relajación propio de la espiración encontramos la clave para una respiración libre.

Cuando sentimos que necesitamos aire, simplemente abrimos y lo dejamos entrar. No hace falta hacer el movimiento inspiratorio. Es cuestión de dejarlo suceder. Y si nos concedemos tiempo para descansar en lo que somos, sucede con mucha generosidad, iniciándose en el lugar más hondo del cuerpo que hayamos logrado alcanzar al descansar hacia dentro en la espiración y expandiéndolo en todas las dimensiones. La expansión suele ser mucho más generosa que en una respiración voluntaria del tipo que se produce cuando nos dicen: "¡toma aire!" Y, desde luego, no tiene ni punto de comparación con el movimiento ínfimo de la respiración dentro de los márgenes fijados por el patrón de tensión habitual. La clave está en seguir el movimiento de relajación propio de la espiración y, al final, cuando ya ha salido todo el aire que sale fácilmente, sin forzar nada, concedernos un momento para poder sentir cómo descansamos en lo más hondo del cuerpo y desde allí en dirección al suelo.

Es posible que en ese lugar profundo encontremos sensaciones que no son precisamente de descanso o que haya tensiones que normalmente ni siquiera sentimos porque los movimientos respiratorios tan reducidos dentro del patrón de tensión habitual nos mantienen por encima de todo eso, suspendidos en aquella especie de limbo, a fin de no sentir eso. A la vez que la tensión mantiene esas sensaciones y los asuntos sobre los que informan en el inconsciente, impide que sigan su curso.

Si no hubiéramos interrumpido el flujo de esas sensaciones, éstas habrían desaparecido, dando lugar a lo siguiente, ya sea simplemente otra sensación, un movimiento reflejo o una acción consciente para atender al asunto sobre el que la sensación informaba. Pero la tensión es como una censura que no permite que determinadas informaciones alcancen la conciencia. Evita que podamos hacer algo al respecto. A la vez retiene esas informaciones debajo del umbral de la conciencia. Desde allí tiñen nuestra percepción de todo: del mundo, de nosotros mismos y de lo que creemos poder alcanzar en la vida. Si aparecen, al concedernos el momento de descanso al final de la espiración, aunque sea sólo con una vaga sensación de inquietud, es cuestión de no dejarse llevar por la inquietud y conservar la calma, porque entendemos que lo más seguro es que esa sensación pertenezca al pasado. Puede que tenga una información que sea valiosa en el momento presente de nuestra vida. Pero es igualmente posible que se trate de nada más que de un asunto, que no supimos resolver cuando éramos pequeños con pocos recursos y poca capacidad de comprensión, y que en la actualidad carece de importancia. Es cuestión de enseñar a la parte atrapada en esas sensaciones retenidas donde está el suelo, la posibilidad de apoyo, y de dejar que la próxima inspiración se inicie en esa parte y que el movimiento inspiratorio la expanda.

En todo caso, siempre será preferible poder afrontar cualquier asunto con la sensación de conexión con el suelo y el espacio, de libertad de movimiento y capacidad de respuesta que se da cuando dejamos que los movimientos respiratorios sucedan con el tiempo suficiente para poder constatar esa relación en el momento clave al final de la espiración.

A través de ese momento, cultivamos la relación entre el ser vivo que somos, más allá del patrón de tensión habitual, y el mundo al cual pertenecemos. En ese momento podemos introducir novedad en el patrón y en la forma en la que nos relacionamos con el entorno, tanto en lo físico como en lo psicosocial. Allí pueden regenerarse las estructuras desgastadas por la tensión, ya sean articulaciones sobrecargadas, un sistema nervioso en las garras del estrés, un estado de ánimo deprimido, una musculatura dolorida, un corazón ansioso o angustiado, una persona traumatizada.

La angustia, la ansiedad, la depresión, la fibromialgia, la artrosis, y un sinfín de enfermedades y dolencias físicas y psíquicas radican en la restricción de los movimientos respiratorios debida al exceso de tensión habitual en la musculatura y los tejidos conjuntivos. Otras, como por ejemplo los trastornos relacionados con traumas, aunque en sí no tengan su origen en la restricción del movimiento respiratorio, ésta constituye uno de los principales síntomas a través de las cuales se manifiestan. Y son precisamente esos movimientos los que pueden abrir una vía hacia una solución.

La regulación de la tonicidad de los músculos y tejidos conjuntivos y de los ritmos respiratorios tiene lugar en las mismas zonas del sistema nervioso. Cuando nos damos tiempo para dejar salir el aire que sale fácilmente, podemos constatar la dirección del movimiento que nos señala la relación entre el espacio del eje central de cuerpo y el suelo. Al dejar que esa parte más hondo de nuestro ser sea sostenida por lo que se encuentra por debajo del cuerpo, en última instancia el suelo, respiración a respiración el tono excesivo de los tejidos miofasciales, los músculos y tejidos conjuntivos, va cediendo hasta alcanzar un buen tono, ni más ni menos que lo propio para una vida satisfactoria.

Pero no es fácil recorrer esa vía a solas. A menudo, antes de darnos cuenta de que están aflorando sensaciones cuyo flujo en algún momento del pasado interrumpimos por resultarnos indeseable, volvemos a la respiración corta que mantiene esas sensaciones en el limbo. Requiere todo un proceso de aprendizaje saber reconocer esas sensaciones retenidas del pasado y nuestras reacciones automáticas a ellas.

La intervención manual del DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos ayuda a soltar las tensiones que interrumpen el flujo de información sensorial en el cuerpo y mantiene los movimientos respiratorios bajo un régimen restrictivo, a la vez que la presencia del practicante de DFA ofrece apoyo tanto en lo físico como en el procesamiento de la información sensorial, emocional y mental que aparece en el transcurso del trabajo.

La finalidad es poder descansar profundamente en lo que uno es como ser vivo, como hombre o mujer del mundo actual y poder ocupar plenamente el espacio que es propio a cada uno. Sólo así podemos vivir en paz, todos juntos, cada uno en el lugar que le corresponde, en eterna interrelación con todo lo demás. Sólo así podremos encontrar vías para resolver el cacao que colectivamente hemos creado y que está llevando el mundo al borde del colapso.

El patrón de tensión habitual seguirá existiendo, por más concienzudo que sea el trabajo interior llevado a cabo, porque nuestro organismo le concede un valor de supervivencia innegable –a fin de cuentas aquí estamos, vivos. Pero al conocerlo, tanto en lo sensorial como en lo cognitivo, podemos ir más allá de los márgenes marcados por el patrón, porque ya no son tan fijos e inamovibles. Ya no constituyen la única realidad que conocemos. Una y otra vez, los movimientos de expansión y relajación propios de la respiración van soltando los márgenes lo suficiente como para poder sentir lo que hay más allá de la tensión.

En la inspiración dejamos que una parte del espacio alrededor penetre profundamente en los espacios interiores del cuerpo. En la espiración dejamos que el peso del cuerpo descanse profundamente hacia las bases de apoyo en el mundo material, el suelo. Así podemos sentir  nuestro cuerpo y su relación con el entorno. Así podemos restablecer la conexión con lo que hay más allá de la propia persona, del propio cuerpo. Así volvemos a encontrar el camino a casa, al lugar en el mundo donde pertenecemos, donde podemos refugiarnos y sentirnos seguros, donde podemos reunirnos con los nuestros. Los nuestros, a fin de cuentas, son todos los seres vivos en todas parte, porque somos parte integrante del todo y todo ello parte integrante de lo que somos.

Mientras mantengamos separada aunque sólo sea una parte de lo que somos, ni el conjunto del todo ni la persona individual puede ir bien. Curiosamente, cuando empezamos a poder sentir cómo usamos la tensión de nuestros músculos para distanciarnos físicamente del mundo del cual formamos parte, ya empezamos a volver a restablecer la conexión. O sea, si eres capaz de sentir la desconexión con tu entorno, ya estás empezando a conectarte. A fin de cuentas, no es posible desconectarse de lo que hay más allá de uno mismo. Tanto sí como sí, ¡en todo momento pertenecemos todos y cada uno!

Por más comprensible que sea que uno quiera retirarse de la violencia, negligencia y ignorancia que se ven en los telediarios y en el día a día en el comportamiento de tantas personas, en lo que realmente importa, ¡sentir que perteneces es tanto más agradable que sentirte ajeno a todo! Además, retirarse no lleva a otra cosa que a sentirse víctima o convertirse en perpetrador. En cambio, hay mucho que se puede hacer para aportar paz, cuidados y sabiduría, como mínimo en el trozo del mundo que es nuestro, el que ocupamos con el propio cuerpo.


jueves, 14 de julio de 2016

Equilibrio, creatividad, capacidad de respuesta

Los tesoros escondidos en tu cuerpo (parte 2 de 4)




Estar en equilibrio es un asunto dinámico. El cuerpo responde continuamente a todo cuanto sucede, dentro y fuera. Lo hace de forma automática, sin que tengamos que preocuparnos por ello, a no ser que un suceso o una enfermedad nos hagan caer y nos dejen postrados… en la horizontal, o sea, en una relación con la fuerza gravitatoria que favorece la curación y reorientación hasta que estemos en condiciones de nuevo para incorporarnos, volver a ponernos de pie y caminar… o morir.

Con cada paso perdemos el equilibrio y lo volvemos a recuperar para iniciar el siguiente. La pérdida de equilibrio es lo que nos permite avanzar. A fin de cuentas, vivir la vida implica momento a momento abandonar el estatus quo, dejar atrás el equilibrio habitual y avanzar hacia uno nuevo. “No puedes bañarte dos veces en el mismo río,” dijo uno de los antiguos filósofos griegos. 

No obstante, el cuerpo siempre busca el equilibrio y lo encuentra. La cuestión es ¿qué clase de equilibrio? Lo ideal es un equilibrio a base de apoyo en el que todos los elementos de la estructura se organizan alrededor de un eje de tal forma que la fuerza gravitatoria de la Tierra los sostenga con un mínimo de esfuerzo. Es decir las fuerzas necesarias para mantener esa estructura y moverla están distribuidas de forma equilibrada a través de toda la estructura. Una estructura de estas características se mueve con libertad, es capaz de responder momento a momento a las circunstancias que continuamente van cambiando, y expresa la creatividad inherente en la vida. 


Pero lo más normal es un equilibrio a base compensaciones que se mantienen con una musculatura contraída y tejidos conjuntivos engrosados y endurecidos. Algunos segmentos del cuerpo se alejan del eje en una dirección para compensar a otros que se alejan en otra dirección, y reducen el espacio central del cuerpo. Cuando la cabeza se adelanta, la espalda tiene que hacer un esfuerzo para asegurar que la persona no se dé de narices contra el suelo. Con una inclinación habitual de la cabeza hacia la derecha, todo el lado derecho del cuerpo queda comprimido por un exceso de carga, a la vez que el izquierdo queda sujeto a una tensión constante ejercida por el peso de la cabeza tirando de él. Esta clase de equilibrio forzado no sólo resta de la libertad de movimiento y quita capacidad de respuesta. Las tensiones que la persona necesita para mantener este equilibrio merman la creatividad de la vida que se expresa a través de ella, y supone una carga para la salud. Todas las percepciones pasan por el filtro de esas tensiones. Parece que siempre hay oponentes que vencer y opresores que intentan aplastarle a uno. Además, la velocidad de la vida moderna parece imponer un ritmo que cuesta sostener sólo con gran esfuerzo. 


La tensión literalmente nos separa del suelo y nos mantiene en conflicto con el campo de fuerza mayor del planeta, el campo gravitatorio de la Tierra. Es evidente si la tensión tira hacia arriba, en la dirección opuesta al flujo de la fuerza gravitatoria. Pero también cuando la tensión tira hacia abajo, o sea en la misma dirección, fuerza los diferentes segmentos fuera de eje de modo que el propio peso nos aplasta.  Aun cuando es la tensión de nuestros propios músculos que genera este distanciamiento del suelo, que es la base de apoyo en el mundo material de cual cada uno de nosotros es una parte, la sensación suele ser que es el mundo el que se distancia de nosotros o que nos aplasta con sus exigencias. 

Es la tensión lo que nos distancia del mundo natural y nos hace perder conciencia de que pertenecemos a la naturaleza y somos parte de ella… de que somos naturaleza. Nos distancia también de nuestra propia naturaleza, de lo que somos como seres vivos, y de la comunidad de todos los seres vivos. Así nos quedamos aislados, individuos solitarios que se esfuerzan por hacer valer su independencia frente a fuerzas externas que parecen impedirla.

Pero es posible reconocer la tensión que nos separa y volver a encontrar el camino a casa, al lugar en el mundo en el que encontramos refugio, nos sentimos seguros, donde pertenecemos. Podemos encontrar este lugar en el espacio que ocupamos con nuestro cuerpo al reconocer su relación con su entorno físico. Al poder sentir esta relación es posible orientar el cuerpo con respecto al flujo de la fuerza gravitatoria y encontrar formas equilibradas que ofrecen apoyo para poder atravesar hasta las dificultades más prolongadas, descubrir e desarrollar soluciones creativas, capaz de responder a los requisitos de cada momento. Así curamos en nuestro propio cuerpo la separación que está llevando las culturas modernas al borde del colapso.

Pero no tenemos tiempo que perder. La naturaleza necesita que nos demos cuenta de que como colectivo humano no podemos continuar comportándonos como lo venimos haciendo.  Cada persona cuenta. Seguramente hay muchas formas para volver a establecer la conexión. Sin duda, la vía más inmediata y directa es a través de la conciencia de la relación entre el propio cuerpo y las cosas del mundo material con las que entra en contacto, el suelo, la silla, el sofá, la cama y el espacio alrededor. Para cultivar esa consciencia se prestan los movimientos respiratorios. En forma de aire, el espacio alrededor penetra en los espacios interiores del cuerpo, los expande y abastece de energía para dejar lugar, luego, a un descanso profundo hacia el centro del cuerpo y el suelo, para volver a expandir la forma del cuerpo entero y los espacios en su interior y, de nuevo, descanso hacia dentro y hacia abajo…. Así ganamos acceso a la creatividad inherente de la vida que reside en cada uno de nosotros y cultivamos nuestro impulso creativo. Nos ayudará a encontrar soluciones, mientras respondemos a los sucesos de cada momento desde una base fundamentada de comprensión y sabiduría, en vez de reaccionar con los automatismos habituales de codiciar lo que nos imaginamos que nos va a dar placer y rechazar lo que no nos apetece.





Energía, luz, conciencia



De hecho la energía, la luz y la conciencia forman parte de la esencia de lo que eres como ser vivo. Las compartes con todos los seres vivos, aunque las formas en las que se manifiestan sean distintas en función de la complejidad de cada uno de los seres.

No obstante, aun siendo parte de la propia esencia, para muchas personas estos tesoros quedan escondidos de modo que funcionan con lo imprescindible para sobrevivir sin poder disfrutar de la maravillosa riqueza de la vida.

Una gran parte de la energía queda involucrada en mantener el grado de tensión de los músculos que el sistema considera necesario para sobrevivir. Aunque sientas que la tensión es excesiva, que te causa dolor, desgaste y fatiga, no la puedes soltar. Mantenerla consume energía y para poder hacer cualquier cosa hace falta, además, la misma cantidad de energía para sobrepasarla y algo más para llegar a hacer lo que quieres hacer. ¿Cómo sería poder contar con la energía que está fijada en mantener las estructuras de tu cuerpo en una mala relación con la fuerza gravitatoria de la Tierra, uno de los principales campos de fuerza que rigen la vida? ¿Cómo sería saber colocarte en relación con este campo de modo que te sostenga en vez de mantenerte en conflicto con él?

Tal vez te preguntas por qué empleas tanta energía en acumular tensión que no hace más que limitarte y no sirve para llevar a cabo trabajo. No lo haces tú sólo; es un fenómeno colectivo. De hecho, resulta ser una de las capacidades más primitivas de los seres vivos: la de poder interrumpir el flujo de sensaciones mediante la tensión de los músculos. Ya el primer ser vivo unicelular sabía cómo moverse hacia lo que le resultaba atractivo y apartarse de lo que parecía indeseable, aunque todavía no tenía ni músculos ni sistema nervioso. La tensión se va acumulando cuando la usas para mantener a raya sensaciones que no te gustan, porque en cuanto la sueltas, esas sensaciones vuelven a aflorar. Por eso no la sueltas, se vuelve habitual y, por tanto, inconsciente. Te identificas con la forma en la que te mantienes en relación con el suelo y crees que es así cómo eres. De hecho no es más que la forma en la que te mantienes. ¡Lo que eres es mucho más!

Probablemente no se te ha ocurrido que la relación entre tu cuerpo y el suelo pueda tener algo que ver con lo que pasa en tu vida, ni mucho menos que en esta relación puedes encontrar una solución que te permite liberar energía, arrojar luz sobre lo que haces y cómo vives para encontrar las formas que mejor te sirven.

Una gran cantidad de información viaja a través del cuerpo en forma de luz. La tensión interfiere con el flujo de esa información. Me imagino que la tensión genera una especie de campo de fuerza que organiza la luz siempre en la misma forma, como una pantalla de una tele de plasma que se ha quedado congelada en una imagen. Siguen entrando todos los impulsos de todos los programas emitidos, pero la pantalla sólo muestra esa imagen. Para poder ir más allá de las creencias creadas en los primeros años de vida y transmitidas de generación en generación, hay que reconocerlos como tales, reconocer los patrones de tensión mediante los cuales las mantenemos fijas en el cuerpo y descubrir formas alternativas de estar y moverse. Para ello es necesario aprender a percibir la relación entre el cuerpo y el entorno. Es un requisito sine qua non.

Cuando tenemos conciencia de la relación entre el cuerpo y su entorno, podemos darnos cuenta de cómo la tensión que usamos para organizar nuestra experiencia, de hecho, nos separa del entorno de una forma u otra. En una de las formas más  frecuentes la persona se aplasta con el peso de su propio cuerpo, en otra emplea una gran parte de su energía en apartar su peso del suelo. La primera tiene aspecto de vencida, la segunda de combativa. Aunque a muchos la segunda les parece más atractiva, en la mayoría de los casos, por debajo del umbral de conciencia se encuentra el temor de caer en una forma parecida a la primera si empieza soltar la tensión mediante la cual se mantiene en alto. Aunque la primera parece más inofensiva, con frecuencia, por debajo de la superficie oculta un gran enfado, acompañado de un gran miedo de lo que podría pasar si acabara por dar espacio a lo que mantiene encerrado bajo el peso de su cuerpo.

La conciencia de esas formas en relación al entorno permite metabolizar lo retenido por la tensión que todavía necesita ser digerido, y soltar el resto. Permite sentir la conexión con todo cuanto existe inclusive el vacío. Aunque haya mucho sufrimiento en el mundo, es cuando sentimos la conexión con todo que podemos encontrar formas de paliarlo, empezando por el propio sufrimiento causado por la desconexión. El sufrimiento surge de la separación porque la naturaleza de nuestro ser es inseparablemente conectado con todo. Saberlo está bien, sentirlo es precioso.

Descubre los tesoros escondidos en tu cuerpo con sesiones de DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos, un método de terapia manual para cuerpo y mente

De qué tesoros estamos hablando:


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