- ¿Qué hiciste anoche cuando te pedí que te ocuparas de los camellos? ¿No los ataste?- preguntó Nasrudin a su ayudante.
- Hice lo que usted enseña, maestro. Siempre dice que hay que dejar las cosas en manos de Alá. Pues eso es lo que hice; dejé los camellos en manos de Alá.
- Pero ¡si las únicas manos que Alá tenía para ocuparse de los camellos anoche eran las tuyas!- exclamó Nasrudin.
La otra noche, justo después bajar del avión y subir a la jardinera que lleva los pasajeros a la terminal, me di cuenta de que mi móvil no estaba en mi bolso. Me planteé bajar de la jardinera y volver a subir al avión para ir a buscarlo, pero decidí esperar hasta llegar a la terminal porque no quería que toda la gente tuviera que esperar por mi culpa.
En cuanto llegué a la terminal, avisé al personal de la compañía, pero me informaron de que el avión ya se había cerrado y que no se iba a poder hacer nada hasta la mañana siguiente. El hombre me pidió la tarjeta de embarque para tomar nota del asunto. Allí me di cuenta de que no sólo no tenía el móvil sino que también se había quedado en el avión el portadocumentos con las tarjetas de embarque, mi pasaporte, una factura con mi nombre y mi dirección y recibos de gastos varios. En el avión tenía el bolso junto a mis pies. En vez de introducir el portadocumentos y el móvil en el bolsillo exterior del bolso, los debí de meter entre bolso y pared –tenía un asiento de ventanilla- y se debían de haber desplazado entre asiento y pared durante el viaje. Porque al disponerme a bajar del avión no había nada a la vista.
El empleado en la ventanilla de la compañía me dijo que me avisarían si se encontraban mis pertenencias. Su actitud y el modo en el que formuló la frase –si se encontraban- me molestaron un poco, pero me fui a casa con la convicción de que al día siguiente me iban a mandar un mensaje para avisarme de que podía ir a recoger mis cosas… igual que el ayudante de Nasrudin.
No recibí ningún mensaje y, al llamar yo, sólo llegué a una grabación que sugirió que mandara un correo electrónico. Mandé el correo y recibí otra respuesta automatizada. Fui al aeropuerto para hablar con personas, y nada. Un par de días más tarde mi marido se iba de viaje y lo acompañé al aeropuerto para hacer la denuncia del extravío de mi documentación y mi móvil. El guardia hizo una llamada y me informó de que podía recoger mi pasaporte en la oficina de la Policía Nacional justo al lado, pero de todo lo demás no había ni rastro. Si me hubiera quedado esperando a recibir un aviso de la compañía, todavía estaría indocumentada.
Las manos de Buda
Aun aliviada por haber recuperado el pasaporte, me siento robada. Tanto la persona que encontró mis cosas como la compañía para la que trabaja tenía toda la información necesaria para devolvérmelas, pero eligieron entregar nada más que el pasaporte –sin avisar además- y quedarse con el resto. Está claro que las únicas manos que Buda tenía para salvaguardar mis cosas eran las mías –es que yo pienso y siento más en términos de Buda que de Alá. Pese a constituir una parte de la vida toda, igual que yo, en vez de honrar esta conexión, de cultivarla, alegrarse por tenerla y celebrarla, esas personas se pierden lo más maravilloso de la vida. Están hundidas en una existencia miserable. …y como ellos, muchos otros. ¡Qué pena!
Practico prestar atención a lo que hago, cuando lo hago, y no dejar en manos de otros lo que debo hacer yo. Aun así, no siempre lo logro. A veces no cierro bien la puerta del lavabo y se nos escapa el calor generado por la calefacción; a veces me olvido de apagar el rúter cuando me voy y sigue gastando electricidad inútilmente; a veces pierdo la paciencia y me vuelvo intolerante; hoy mismo me colé en una cola porque la persona que tenía el turno no se movió para tomarlo – y tampoco le di mucho tiempo para hacerlo. Luego me sentí mal por haber actuado así y, perdida en recriminaciones, me olvidé el secador en el vestidor de la piscina. En fin, no me queda otra que arrepentirme de mis faltas, aplicarme a hacerlo mejor y, una y otra vez, procurar que mis manos hagan el trabajo de Buda.
Las mías
Igual que todo ser humano he desarrollado una forma, típicamente mía de moverme en la vida y de ocupar el espacio en el mundo, que conozco como “yo”. Tras treinta y tantos años, más de la mitad de mi vida, investigando los procesos que intervienen en la creación de los patrones habituales que rigen el movimiento y las posturas de ese “yo” así como las posibilidades de desarrollar un margen de libertad alrededor de esos patrones, no deja de asombrarme hasta qué punto la experiencia, que vivo como íntimamente “mía”, está sujeta a dinámicas colectivas.
Es imposible abstraerse de ellas. Lo que es cada uno forma parte de la trama y urdimbre de la vida en la sociedad y la naturaleza. Estamos entretejidos en los sucesos de cada día a todos los niveles. Lo que sucede en el mundo, desde las condiciones atmosféricas hasta la política internacional, tiene un efecto sobre nuestra vida interna, tal como nuestra vida interna tiene un efecto sobre lo que sucede en el mundo. Cada uno tiene un trozo del mundo que gobierna.
En este trozo del mundo que ocupo yo con mi cuerpo, momento a momento, intento crear una alternativa espaciosa, jugosa, deliciosa y exquisita a las dinámicas colectivas que mantienen el mundo en un estado de alta presión y conflicto. Momento a momento, me aplico a reducir la presión y a calmar el conflicto en mi cuerpo a través de mi movimiento y el modo de relacionarme con las personas y los demás aspectos del mundo con los que entro en contacto. Igual que oriento mi cuerpo en relación con la fuerza gravitatoria para que me sostenga y pueda moverme con el máximo de apoyo y el mínimo de esfuerzo, me oriento en relación al campo de fuerza del colectivo humano para que mi presencia pueda aportar paz, honestidad y generosidad al mundo del cual soy una parte.
Aprender a gestionar el flujo de las sensaciones que transcurren en todo momento en el cuerpo para crear una vida feliz e interesante es la base de mi profesión como practicante de DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos. Es un privilegio poder acompañar a personas estresadas, enfadas, dolidas, heridas, desanimadas, desesperadas, traumatizadas, deprimidas, angustiadas, ansiosas, desorientadas, solas, aisladas, presas de la violencia propia y/o ajena, hartas de la corrupción y de la codicia propia y/o ajena, que están dispuestas a encontrarse con las formas en las que encarnan lo que les pasa… para ayudarles a encontrar una vía que les sirve para tomar las riendas de su vida, para descubrir todo lo que tienen, para disfrutarlo, desarrollarlo, y emplearlo bien en su beneficio, que después resulta es el beneficio de todos, para crear relaciones satisfactorias, para ayudarles a sanar sus heridas, a cubrir sus carencias y a gestionar el flujo de su sentir, para salvaguardar su salud y recuperarla, en la medida de lo posible, cuando la hayan perdido.
Las manos de otros
Dejar en manos de otros las decisiones necesarias para crear la vida que queremos sería tan iluso e inútil como lo que hizo el ayudante de Nasrudin al dejar los camellos en manos de Alá sin usar las suyas.
Las tuyas
Si usas tus manos para crear la vida que quieres, te agradezco esta aportación al total de felicidad en el mundo incluyendo la mía. Si quieres aprenderlo, usa tus manos para llamarme o escribirme un mensaje. Si conoces a alguien que quieres que lo aprenda, dile cómo puede ponerse en contacto conmigo.
¡Para las fiestas de navidad y año nuevo te mando mis mejores deseos!
Sesiones individuales de DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos
Sesiones semanales en Barcelona: 606 67 64 36
Semana intensiva de tres sesiones
- En Barcelona: 606 67 64 36
- En Cádiz: 678 07 73 75 (29-31 de enero 2016)
Taller en el Midline Institute de Barcelona
5, 6 y 7 de febrero 2016