Las condiciones iniciales
de la vida dejan una huella en el cuerpo y la psique de las personas comparable a la veta
de la madera en el hormigón encofrado. La experiencia íntima e individual de
cada persona se ve afectada por sucesos colectivos en un grado difícil de
apreciar en todo su alcance, incluso con un profundo conocimiento de las formas
en las que una ha organizado su experiencia en cuerpo y psique. En consonancia
con las culturas de la modernidad, tendemos a sentirnos individuos separados
con mayor o menor vinculación con el colectivo. Muchos sufren de soledad y
aislamiento. Poca conciencia tenemos de la medida en la que ese sufrimiento que
las personas padecen en intimidad es una manifestación de un fenómeno
colectivo.
El martes de esta semana fui a un debate sobre “Alemanya, un model cap al
fracàs europeu” con motivo de la presentación del libro La quinta Alemania de Rafael Poch-de-Feliu, Àngel Ferrero y Carmela
Negrete que ofrece una visión de las condiciones históricas, sociales, económicas
y culturales del actual “liderazgo” alemán nacido de la reunificación en 1990 y
enseña cómo promueve una gran desigualdad social en el propio país y entre países, propensa a
llevar al modelo europeo al fracaso. En primer lugar el debate tuvo lugar entre
dos de los autores, Rafael Poch-de-Feliu y Àngel Ferrero, y la antropóloga social y cultural
Verena Stolcke y luego se abrió a la participación del público.
Quisiera aportar aquí una observación acerca de un comentario de la Sra. Stolcke. Dijo
que hay que tener en cuenta que en la psique de un inmenso número de alemanes
sigue vivo el temor a la desvaluación galopante del dinero que tuvo lugar en
Alemania durante la República de Weimar y a la cual muchos analistas consideran
un factor importante que llevó a la toma de poder del nacionalsocialismo alemán.
No lo dijo exactamente con estas palabras, pero es así como lo recuerdo. El Sr.
Poch-de-Feliu dudó que este temor pueda seguir vivo, ya que las personas que
vivieron en esta época están prácticamente todos muertos.
Mi madre nació en 1929 y los sucesos de ese momento histórico dejaron una
huella indeleble en su psique, su comportamiento, su visión del mundo y de la
vida, sin que tuviera ni la más mínima conciencia de ello. Me la transmitió
directamente. A diferencia de ella, yo sí he tenido el privilegio de poder
revisar las estructuras de mi psique y llegar a distinguir qué pertenece a mi
condición humana, sin más, mi condición de mujer, de mamífero, de ser vivo; qué
pertenece a mi condición de alemana nacida diez años después de que terminara
la segunda guerra mundial y qué es mi idiosincrasia personal. Gracias a ello,
el día de hoy soy capaz de reconocer en los tejidos de mi cuerpo el reflejo de
sensaciones de impotencia ante una situación generada por un abuso de poder de
un alcance que supera con creces lo que una persona pueda llegar a experimentar
y comprender. Existe una resonancia entre la situación actual y los sucesos de
aquellos años. Aunque no haya un recuerdo vivo en la memoria de una persona que
haya vivido directamente en aquellas circunstancias, el recuerdo está pero muy
vivo en los cuerpos y las psiques de las generaciones que crecieron bajo la influencia
que tuvo en su padres y abuelos.
El problema es que los humanos tendemos a repetir aquello que no queremos
recordar. Esta frase fue mi aportación al debate junto con la observación que lo
que cada persona hace en su vida cuenta: cómo ganamos nuestro dinero, cómo lo
gastamos, cómo nos relacionamos los unos con los otros, cómo nos relacionamos
con la naturaleza de la cual formamos parte, cómo nos relacionamos con las estructuras
de poder que supuestamente nos representan. No basta con ir a hacer una cruz
cada cuatro años en un boleto. Cada día cuenta y cada persona cuenta.
Uno de los autores, Àngel Ferrero, lamentó la ausencia de una oposición o
fuerza alternativa a las estructuras de poder establecidas en Alemania. No me
pareció que cupiera en aquel contexto la experiencia de mis años de juventud en
Geesthacht, ciudad notoria entre 1876 y 1945 por ser sede de las principales fábricas
de dinamita y pólvora del país. Antes de irme a los 19 años había sido activista en
varias agrupaciones políticas, pero había constatado que, sin excepción, en sus
formas de organización estaban reproduciendo de forma inconsciente las mismas estructuras que proclamaban
querer cambiar. De ahí que reconocí la importancia de revisar las estructuras del
trozo del mundo directamente a mi alcance: mi cuerpo y mi psique.
Creo que sin la comprensión que esa revisión me ha permitido desarrollar,
en estos momentos correría el riesgo de caer en el miedo que detecto en mis
tejidos. Si me dejara llevar por él, me quedaría inundada de toda la cantidad
inconmensurable de contenidos que conlleva y que van más allá de mi experiencia
personal, sino que reflejan el terror, la vergüenza y la ira que mis padres y
abuelos lucharon por apartar de su conciencia. Sin metabolizarlo, en última
instancia, probablemente remontaría al terror ancestral transmitido a través de
las generaciones desde la prehistoria y a la lucha encarnizada por la
supervivencia. Llevaría a la oscuridad, la ignorancia, la ausencia de luz, a comportamientos
compulsivos impulsados por patrones inconscientes.
Al salir del debate, el otro día, una
mujer se acercó a mí y me preguntó cómo creo que se puede alcanzar al colectivo
mediante la opción personal de conciencia. En aquel momento le contesté que
creo que es importante que todas las personas que toman esta opción hagan lo
mejor que puedan para tener el mayor grado de claridad posible y poder
comunicarla lo más claramente posible. Aquí quisiera añadir que creo es
importante que los individuos lleguemos a comprender en qué medida nuestra
experiencia personal refleja contenidos colectivos para no quedarnos inmersos
en ellos, sino poder adoptar una postura relativa a ellos que nos permita verlos y
actuar de forma eficaz al respecto, para celebrar con todo nuestro ser aquellos
que fomentan el desarrollo de la vida en toda su diversidad y complejidad y
para crear alternativas viables a aquellos que la menoscaben.
En mi experiencia, los movimientos de la respiración como movimiento arquetípico
de la vida y la conciencia corporal relativa al entorno físico que facilitan son
una herramienta inmensamente valiosa para este propósito.
El dillluns, 3 de juny, a la sala d’actes del
Centre d’Estudis per Adults, Av. Príncep d’Astúries 23, donaré una xerrada sobre “La respiració – el moviment fonamental de la vida. Si és tan important, per què tothom respira tan
poc? La comprensió de les dificultats obre vies que permeten posar-hi remei. Unes
pràctiques senzilles donen eines concretes per fer-lo, respiració a respiració.”
Presenta: Brigitte
Hansmann, alemanya resident a Catalunya des de 1980, directora de ermie, l‘escola de respiració, moviment i integració
estructural, i autora del llibre Respirar con árboles, Ediciones Urano, Barcelona
2013. www.respiraconarboles.com