miércoles, 11 de septiembre de 2019

Carta abierta a los magistrados del Tribunal Supremo


A la atención de los magistrados del Tribunal Supremo
Ilmo. Sr. Presidente Manuel Marchena, Ilmo. Sr. Magistrado Juan Ramón Berdugo, Ilmo. Sr. Magistrado Andrés Martínez Arrieta, Ilmo. Sr. Magistrado Luciano Varela, Ilmo. Sr. Magistrado de la Sala II Andrés Palomo, Ilma. Sra. Magistrada Ana Ferrer

Barcelona, 7 de setiembre de 2019
Ilustrísimas señorías:

Me dirijo a ustedes en calidad de analista de patrones arquetípicos para señalarles unos factores que considero de suma importancia para las decisiones que deben tomar en las próximas semanas. Lo hago por iniciativa propia, mandada por nadie más que por mi propia conciencia.

Cuando dicten sentencia en el caso contra los políticos y líderes sociales catalanes, por favor, tengan en cuenta el funcionamiento de las estructuras y dinámicas de la psique humana. Cuando una realidad resulta amenazante o intolerable al centro de conciencia humana que reconocemos como “yo”, en vez de intentar conocerla para desarrollar una respuesta eficaz, tendemos a negarla.  Si carecemos de la madurez necesaria que nos capacita para explorarla e investigarla, desde debajo del umbral de la conciencia solemos proyectarla en personas o entidades ajenas de modo que percibimos como amenazantes o enemigas a esas personas o entidades. Especialmente intolerable y amenazante para muchas personas es la culpa inconsciente. La podemos haber reprimido para asegurar nuestra pertenencia a un grupo que declara legítimo lo que hicimos al incurrir en ella o incluso lo exige en cumplimiento de lo que considera un deber, o podemos haber introyectado una culpa en la que incurrió alguno de nuestros predecesores.

No me refiero al sentimiento de culpa o culpabilidad, sino al hecho de ser culpable, de tener la culpa de haber cometido un delito, de haber causado un daño.

Aunque legalmente un sucesor no tenga la culpa de los crímenes perpetrados por sus predecesores, una culpa negada pesa sobre el campo psíquico de la familia del perpetrador y del cargo en cuyo desempeño los perpetró, mientras no sea reconocida y no se hayan emprendido pasos para reparar los daños en la medida de lo posible. Aunque uno no se sienta culpable, la culpa inconsciente suele causar actos fallidos, fracasos, enfermedades, adicciones, bancarrotas, muerte, etc. Suele acarrear repeticiones para, finalmente, poder ser reconocida como lo que es. Por más leyes que se hagan para dar una apariencia de legalidad a los actos delictivos, la psique humana no tolera la culpa del sufrimiento y las muertes causados. Aunque el centro de conciencia vaya intentando por todos los medios justificar los actos cometidos como cumplimiento de la legalidad, desde debajo del umbral de conciencia la psique constelará una forma de pagar la culpa, aunque el precio lo pague no la persona que cometió los actos, sino algunos de sus familiares -conyugues, hijos o nietos- y/o los sucesores en el cargo que sostuvo. 

En 1936 tuvo lugar un golpe de Estado en España que arrastró el país a una guerra y un régimen totalitario que produjo una profunda división de la población en vencedores y vencidos. En ningún momento se emprendieron pasos para subsanar esta división, sino que se hicieron esfuerzos por eliminar los vencidos o asimilarlos en la cultura de los vencedores, cosa que constituye un delito de genocidio. La forma actual de organización del Estado español como monarquía parlamentaria sigue las disposiciones testamentarias del dictador del régimen anterior. En la judicatura se produjeron pocos cambios en la transición del régimen totalitario al régimen sucesor. En la actualidad, aún sigue representando el bando de los vencedores. En este juicio, los fiscales, los abogados del Estado y la acusación particular, al igual de sus predecesores del régimen anterior, acusan a los representantes de los vencidos de la culpa que en realidad es de los vencedores. Fueron estos últimos que se rebelaron contra el Estado de derecho democrático. Al no conseguir su objetivo con un simple golpe, arrastraron la población a un conflicto armado, en violación de la función que les correspondía, la de proteger la población entera, no enfrentar una parte con otra. Cabe destacar, además, que llegaron a ser vencedores gracias a la ayuda recibida de criminales convictos por tribunales internacionales y de otros que se sustrajeron de hacer frente a sus responsabilidades suicidándose, y que lograron mantener su estatus de vencedores solo a través de una represión violenta contra toda disidencia. 

Concedo que es posible que realmente la judicatura española actual no tenga conciencia de la culpa que pesa sobre sus cargos. Concedo también que no son los únicos portadores de culpas inconscientes de generaciones anteriores, que deben ser reconocidas para resolver los problemas que acechan la humanidad, ya que la inmensa mayoría de esos problemas radican en reiteraciones inconscientes de dinámicas disfuncionales heredadas. Pero hay que empezar con uno mismo y con los cargos que uno sustenta y las funciones que cumple. Les escribo porque, por haber nacido alemana, soy portadora de una parte proporcional de la culpa, por ahora sin redimir, de haber ayudado a cometer los crímenes contra la humanidad perpetrados por el régimen franquista. Para poder reconocer la culpa inconsciente de la que ustedes son portadores, no hace falta más que ensanchar su perspectiva un poco más allá de los intereses políticos que dirigen su actuación y tener en cuenta las estructuras y dinámicas del funcionamiento psíquico de las personas y de las organizaciones creadas por ellas.

Mientras se encuentra por debajo del umbral de la conciencia, la culpa inconsciente actúa como un complejo autónomo de la psique en estado latente. Cuando un suceso lo activa, eclipsa las facultades naturales de la persona. No solo las personas individualmente sino también grupos de personas, culturas, pueden caer bajo el dominio de un complejo. Conlleva una red de emociones e ideas que se pueden haber olvidado o que en un estado de desarrollo más temprano no pudieron ser procesadas por ser demasiado complicadas o intolerables. Los inicios de la formación de un complejo autónomo de la psique a menudo están relacionados con experiencias traumáticas. Un complejo cultural impide a la gente ver a otros y a ellos mismos tales como son. Opera más allá de la individualidad y es demasiado grande para poder afrontarlo individualmente. Requiere una respuesta colectiva.

Dejando de lado el hecho de que la interpretación de la cláusula sobre la indivisible unidad de España en la que se basa el juicio en el que deben dictar sentencia, en sí, está en contradicción con otras cláusulas de la Constitución –y por tanto inconstitucional-, las iniciativas de diversos grupos parlamentarios y las decisiones del Tribunal Constitucional al respecto han activado un complejo autónomo en la psique colectiva que eclipsa las facultades naturales de amplias partes de la sociedad española y de las instituciones gubernamentales.

Con la sentencia que van a emitir ustedes tienen una oportunidad única para identificar y desactivar el complejo cultural que domina la sociedad española y sus instituciones. Si desaprovechan esta ocasión, van a ahondar aún más la brecha que divide la sociedad española. Porque el problema de convivencia que los defensores de la indivisible unidad de España proyectan sobre Cataluña, de hecho, domina la sociedad española. Una vez activado, un complejo autónomo de la psique es como una posesión. Mientras las personas que se alinearon con los vencedores y sus sucesores sigan posesos por la idea de la indivisible unidad de España caen en la repetición inconsciente de la culpa de sus predecesores.  Si no la reconocen y se responsabilizan de las consecuencias, volverán a hundir a España aún más en la bancarrota en el intento de proteger un constructo mental que no sirve ni para encubrir la división real creada por su culpa.

Nombrar las cosas por lo que son permitirá al conjunto de la sociedad española orientarse y alcanzar la madurez necesaria para crear una convivencia basada en el principio de autodeterminación característico de una democracia madura. 

El delito de rebelión contra el Estado de derecho democrático tuvo lugar en 1936. Esa culpa necesita ser reconocida por los que ocupan las posiciones de mando en la actualidad según las disposiciones testamentarias del dictador, al igual que el delito de genocidio perpetrado por su régimen en las represalias contra la disidencia. 

El delito de prevaricación es de aquellos que crearon leyes para encubrir la culpa que pesa sobre sus cargos y poder atribuirla a otros.

El delito de malversación de caudales públicos es de aquellos que despliegan fuerzas públicas para impedir al pueblo el ejercicio de sus derechos y judicializan un proceso político, para nombrar solo dos de los ámbitos en el que se gasta dinero público innecesaria e inoportunamente.

Ante la imposición de una interpretación partidaria e inconstitucional de la legalidad, la desobediencia no solo es una prerrogativa sino un deber para una persona comprometida con la creación de una convivencia justa entre las personas.

El cumplimiento del mandato para el cual un político ha sido elegido por el pueblo en unas elecciones democráticas no es delito. Por tanto, la sentencia solo puede ser absolutoria y debe garantizar la indemnización de todas las personas inculpadas injustamente.

Soy consciente de que habrá algunas personas que se enfadarán ante lo que en términos arquetípicos es la única sentencia coherente, porque les obliga a reconocer la culpa de haber participado en un régimen que ha usado la mentira y la violencia para causar injusticia y división. Aunque los que van disfrutando privilegios a costa de otros no quieran que las cosas cambien, también para ellos será beneficioso poder salvar la distancia que, al apartar de su conciencia la culpa que pesa sobre ellos, los mantiene separados del colectivo humano. Es comprensible que una culpa tan grave parezca intolerable, no obstante, reconocerla nos permite orientarnos al respecto para procurar no repetirla y ahondarla aún más. Sobre todo, nos permite descubrir la belleza de la naturaleza y la vida toda que la culpa oculta. 

Por favor, sean valientes y cumplan su función de magistrado en coherencia con el campo arquetípico de la justicia.

Les saluda atentamente,
Brigitte Hansmann
Analista de patrones arquetípicos y patrones somáticos

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